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jueves, 30 de octubre de 2008

30 Años Instalando Altares de Muertos




Veracruz, Ver., Con treinta y cinco años dedicados a la instalación de altares de muertos, Milburgo Treviño Chávez se ha constituído en uno de los principales artistas plásticos veracruzanos que mantiene viva la tradición prehispánica de rendir culto a nuestros difuntos a través de la técnica de la cartonería, trabajo que le ha valido la obtención de premios nacionales e internacionales.


Maestro en artes plásticas con especialidad en pintura, es de los primeros egresados de la Escuela de Artes Plásticas de Veracruz, dependiente del Instituto Nacional de Bellas Artes que dirigió el maestro Raúl Armendariz, confiesa que la pintura le gusta, pero la cartonería ha sido su pasión “doy vida a la muerte, en cada uno de los altares que a lo largo de tres y media décadas he podido presentar. Año tras año, aunque no tuviera público estaban ahí”.


Integrante de la corriente plástica de la pintura mexicana, Treviño Chávez refiere que al concluir -en 1960- sus estudios en la Escuela de Artes Plásticas, laboró durante casi 18 años en la pintura, luego imparte clases en escuelas secundarias y de bachilleres. Llegó al Instituto Veracruzano de la Cultura desde su apertura y laboró ahí casi 15 años.


Pero, de sus mayores satisfacciones es la instalación de altares, “la muerte se nos facilita por ser una figura plástica para ser interpretada en la pintura y la escultura, aunque no la he pintado, la he dibujado, aunque mi mayor motivación ha sido en la escultura de cartón”, incluyendo la comida en esta técnica también, para poder mantener el altar por mucho tiempo.


Los altares de Milburgo obtuvieron el Primer Lugar Nacional de Arte Popular en Campeche, en el año 1960, más tarde, en 1972 en Querétaro logra otro primer lugar. Se han mostrado en el museo del grupo Alpha de Monterrey, ya viajaron a Aruba en las islas Antillas; y durante la Segunda Bienal de La Habana, señala orgulloso.


El maestro Milburgo se remonta a sus años de infancia, en la primera convivencia con la celebración de todos los Santos y los Fieles Difuntos, “mi abuelita y mi madre ponían el Altar de Muertos, para todos los pequeños era una emoción, era algo surrealista, vigilar el altar cuando llegaran los muertos y luego probar la comida”, esto es lo que más me motivó cuando adulto para realizar los altares.


A la fecha, luego de treinta y cinco años, con la misma emoción trabajo año con año para montar el altar de muertos, pero sin duda, “cada uno es diferente, cada personaje tiene su propia identidad, como en vida, todos somos únicos y diferentes”. Así se vive, se proyecta de esta forma en la pintura en los altares, en los nacimientos que también cobran vida a través de la cartonería.


La técnica de la cartonería, menciona que inicialmente la desarrolla en el patio de vecindad donde habitaba “eramos una gran familia, ahí se preparaba el engrudo que tiene una fórmula especial para obtener los mejores resultados y con la pintura, se logra recrear cualquier situación a través del papel”, comenzó confeccionando piñatas, después nacimientos, la muerte y otras figuras monumentales, participando incluso en el armado de los carros carnestolendos.


Otro elemento fundamental que ha valido para el gran éxito que a lo largo de treinta y cinco años ha obtenido Milburgo Treviño con sus altares, refiere que sin duda es su identidad jarocha, “es cuando podemos proyectar el sentimiento con el que nacimos, nos fuimos formando con los nortes, las lluvias, comemos pescado todos los días”.


LA BRUJA en el

CENTRO CULTURAL CASA PRINCIPAL


Una de las celebraciones más importantes en México es la de todos los Santos y los Fieles Difuntos, producto de las tradiciones hispanas e indígenas y en esta ocasión, el IVEC invitó a Milburgo Treviño Chávez para que en el Centro Cultural Casa Principal presente el altar de muertos, tomando como referencia el tradicional son jarocho de La Bruja.


Nueve majestuosas calaveras ataviadas con el traje de jarocha una réplica casi exacta del original, con su falda circular y olán confeccionado con papel de china; mandil negro; rebozo, flores y listón del mismo color, sin faltar el abanico y el cachirulo recrean el altar, una de ellas montada en su escoba para volar a las dos de la mañana.


Una gran calabaza está incluida, al igual que los alimentos que dan muestra de la rica gastronomía veracruzana. Y en esta ocasión, todos los porteños que deseen participar pueden acudir con los tamales, atole, pan y fruta que quieran llevar a sus muertos. Les esperamos este sábado 1 de noviembre, a las 19:00 horas, en Mario Molina 315, en el centro histórico de Veracruz, la entrada es gratuita.