Marcos
Cruz Morales “Tlacuilo”
Veracruz
es un estado que ha aportado grandes caricaturistas a la historia gráfica de
nuestro país. Uno de ellos es considerado por muchos como el más grande de
todos los tiempos, nos referimos a Ernesto García Cabral, nacido en 1890 en la
ciudad de Huatusco.
Otro
de más, es el maestro Rafael Freyre Flores, nacido en el Puerto Jarocho, en
1917
La
ciudad de Xalapa, vio nacer a otro de los grandes, al maestro Helio Flores Viveros,
en el año de 1938
Otro
maestro fue Ramón Valdiosera Berman, apreciado por su excelente trazo, nació en
Ozuluama en 1918, su mayor proyección fue en el género de la historieta.
El
maestro Rafael Viadana, fue otro grande, nació en Papantla en1920, él fue quién
forjó la ideó la revista de “Los Supermachos” que en manos de Ríus, revolucionó
la historieta en México y el mundo.
A
uno de estos veracruzanos; El Chango Cabral, corresponde una de las frases más
punzantes con respecto al tema, y que ilustran la solidaridad que caracteriza a
la mayoría de los cartonistas.
Sucede
que Cabral se encontraba departiendo con sus colegas, cuando un reportero le
preguntó si se consideraba el mejor caricaturista mexicano, a lo que Cabral
contestó que no, que el mejor caricaturista es el tiempo, porque no hay nadie
como él, para acentuar nuestros rasgos. Tesis irrefutable, el tiempo es un
caricaturista despiadado.
En
el gremio, predomina la irreverencia, tanto en el trabajo gráfico, como en el
trato directo. Llegando tal vez, a lo que pudieran considerarse en ocasiones
excesos. Como cuando al afamado Marino (Uno de los más exitosos cartonistas
nacionales y director de la Revista Rhumor), le presentaron (en sus tiempos de
gloria) a la actriz Shasha Montenegro, y se disculpó por no haberla reconocido
inmediatamente porque estaba vestida. Desconocemos si ignoraba quien la
protegía.
O
cuando el mismo personaje fue invitado a los Pinos y le preguntó al entonces
presidente Vicente Fox Quesada, si él era el esposo de la presidenta Martha
Sahagun.
Al
parecer la segunda broma permeó demasiado, porque desde ese momento hubo una
actitud oficial por parte del gobierno federal, de cerrarse a la comunicación
con el gremio del centro del pais. Esa condición ha continuado hasta la fecha,
con chispazos de acercamientos en fechas recientes.
Paralelo
a ese aparente rompimiento, paulatinamente los medios impresos nacionales han
ido cerrando espacios a los cartonistas.
Principalmente
a los de la vieja guardia. Entre ellos –por citar un ejemplo- el maestro
Castrux, quién causó revuelo en los tiempos de López Portillo por su caricatura
que fusionaba el rostro del expresidente llorando y su residencia en “La Colina
del perro”.
No
sabemos a ciencia cierta si los despidos recurrentes, desde ya hace muchos
años, sea una línea de los gobiernos que han estado en los Pinos, o
sencillamente los editores están equivocado la estrategia al prescindir de este
género, tan emblemático del periodismo; y qué a veces, incluso ha sido una
catarsis de la inconformidad social.
Situémonos
en nuestro estado.
Veracruz
se cuece aparte, los medios impresos de nuestra tierra muestran una gran
apertura al género de la caricatura, existen periódicos- como “La Política”-
que recurren mayormente a la caricatura que a la fotografía, para reforzar
gráficamente sus notas.
Otro
diario, Notiver, establecido en este Puerto Jarocho, tuvo en sus páginas a uno
de los caricaturistas más representativos de Veracruz, nos referimos a Miguel
Santos Ocampo, más conocido como GUECHY.
El
arraigo popular de su trabajo, era tal, que las señoras aseguraban que en su
cartón diario aparecía oculto el número premiado de “la bolita” (Que es la
Bolita, es una Lotería clandestina que digamos que ya no existe).
Buscaban
el número con lupa minuciosamente, y juraban que lo encontraban…por cierto, de
esa manera, mi tía Pina le pego varias veces al gordo.
Un
periódico que no contenga caricatura no puede ufanarse de ser “un periódico”,
debería buscarse otro nombre. La caricatura es parte de nuestra historia
gráfica; Veracruz ha sido un importante protagonista; desde aquí desde el
Puerto de Veracruz se impulsó su nacimiento (formal) a través del periódico el
Dictamen, donde por cierto inició a publicar Rafael Freyre a la edad de 14
años.
La
caricatura fue desde tiempos antiguos y deberá seguir siendo un elemento
imprescindible del periodismo. Solo basta preguntar al lector que es lo primero
que busca en un diario para reafirmarlo.
Influyó
en los grandes muralistas, la gente que vivió esa época dorada les llamaba a
sus murales “los monotes”, por considerarlos caricaturescos. Eso nos bosqueja
el impacto grafico que contiene el género que hoy abordamos.
Dentro
de los maestros muralistas y artistas de aquellos tiempos -de todos conocidos-
vuelve a surgir el nombre de García Cabral, inmerso en el cerrado grupo
creativo que dictó una importante época de la identidad de nuestro país.
Dentro
del muralismo, de la mano de Diego Rivera, nace la Catrina; personaje retomado
de José Guadalupe Posada; y que actualmente es una figura imprescindible ya de
nuestras tradiciones.
Independientemente
del muralismo, la caricatura ha estado presente en diversas expresiones
artísticas, culturales y desde luego políticas.
Sin
embargo el caricaturista muchas veces se queda en el limbo. En el Purgatorio de
los moneros.
Porque
dentro de ese doble papel que ejerce, de ser artista plástico pero también
periodista, a veces se le escatima el reconocimiento en ambos planos.
En
el campo de las artes, le debemos a un veracruzano el hecho de que la
caricatura este considerada oficialmente desde 1966 como un arte mayor, cuando
el maestro originario del Puerto Jarocho, Rafael “La Ranita” Freyre, expuso su
obra en el Salón de la Plástica, del Instituto Nacional de Bellas Artes.
Freyre
también fue punta de lanza para el reconocimiento de la caricatura como género
periodístico, sobre todo cuando se desempeñó como el cartonista del programa de
Noticias más poderoso que ha dado la historia de nuestro país, “24 Horas con
Jacobo Sadowsky.”
Situándonos
en este momento.
El
cartón editorial sigue teniendo una presencia importante dentro de la opinión
pública, la esencia del mexicano es reírnos hasta de nuestras peores tragedias.
Naturaleza fértil para que el oficio del “monero” este vigente.
Yo
tengo un sueño…
(Creo
que la coincidencia de color con Luter King está causando secuelas). Pero
bueno, se los voy a comentar en este foro. Es la creación de opciones que
lleven a preservar un registro del trabajo del cartonista, fuera de lo efímero
de un periódico o de las Redes.
Los
cartonistas carecemos de un lugar dentro de las instituciones encargadas de
impulsar las artes en México, y eso ha dejado que mucha obra importante se
pierda.
Tengo
otro sueño
Que
volvamos a los tiempos en que el periodismo y la caricatura sean tomados en
cuenta como reflejo de la opinión social, es algo muy distinto fomentar la
Libre Expresión que ignorar las opiniones.
La
caricatura mucho tiempo ha sido catarsis para el lector, es el lenguaje más
popular y más cercano. Un cartón editorial puede orientar también al gobernante
con respecto a lo que la gente opina de él; sino que le pregunte algún medium
de Catemaco a Francisco I. Madero.
Cierro
respondiendo a una pregunta que me realizan recurrentemente, que a su vez
fortalece el tema; “si la aparición de “los memes”, que a final de cuentas son
imágenes caricaturizadas, no nos está afectando, debido a que ante un
acontecimiento relevante, en tan solo unos minutos hay cientos de ellos arriba
de la Red.
La
respuesta es que no, al contrario, el hecho de que en las Redes de Internet
existan tantas imágenes anónimas, fortalece a las imágenes que llevan la firma
de un profesional de la caricatura política.
No
es lo mismo el anonimato, que el soporte de una firma a la que respalda una
trayectoria dentro del gremio.
La
caricatura de Veracruz y de México, es sin duda de las mejores del mundo, es
responsabilidad de todos fomentar su libre expresión y valorar la historia que
le antecede y de la que podemos dejar constancia actualmente.
Quién
gobierne a Veracruz deberá saber escuchar, saltarse la síntesis informativa y
teñirse los dedos de tinta.
Quienes
lo rodeen deben ser un puente para la prensa, y no el foso de los cocodrilos de
los castillos medievales.
No
hay peor ciego, que al que le tapen los ojos, y lo permita.