Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Un perseguido político es aquella persona a la que el
gobierno de su país le pisa los talones por sus ideas políticas, sus
convicciones religiosas, su condición étnica o por delitos políticos.
Karime Macías de Duarte no cometió ninguna de esas
faltas. ¿Qué ideas políticas amenazantes para el Estado mexicano podían salir
de esa cabecita que solo deseaba tener abundancia?
A nadie le importó su catolicismo en un pueblo
eminentemente católico; ni el color de su piel o su conformación morfológica en
un país donde predomina el prietismo, la chaparrez y la gordura.
De lo que se le acusa es de haber robado al erario
veracruzano miles de millones de pesos junto con su marido y los miembros de la
banda que ella encabezó.
Aún con todo, la justicia mexicana no ha movido un
dedo para llamarla a cuentas. Que se sepa, no existe ninguna orden de
aprehensión en su contra.
Pero por sí o por no, decidió amarrarse el dedo y está
solicitando asilo político en Inglaterra donde vive desde abril de este año, tras
la detención en Guatemala de su cónyuge el ex gobernador Javier Duarte de
Ochoa.
Y es que quienes la están protegiendo hoy no podrán
hacerlo en el 2018, llegue quien llegue a la presidencia de la República.
Es decir, el circulo contra la ex primera dama de
Veracruz se cierra de manera inexorable.
En su petición de asilo, se dice víctima de una
persecución política en la que se ha utilizado el aparato de justicia mexicano
para fincarle imputaciones penales que considera “infundadas”.
Bruce Reynolds, el famoso ladrón que en agosto de 1963
comandó el asaltó al tren de Glasgow junto con varios compinches. Y sin
disparar un tiro obtuvo un botín que hoy equivaldría a 47 millones de euros,
dijo alguna vez que lo importante de un atraco no es el atraco en sí, sino la
manera de escapar sin dejar huella. “Pero nosotros fuimos unos pelmazos que
dejamos huellas en todas partes”.
Karime participó en un atraco que duró seis años y,
como el pelmazo de Reynolds, dejó huellas a lo largo y ancho del territorio
estatal. Esas huellas se pueden apreciar en los rostros de los 600 mil pobres y
miserables que dejó el sexenio de su marido.
Cuando Duarte llegó a la gubernatura en 2010, había en
Veracruz 4 millones 448 mil pobres (que ya eran un resto), pero a base de robar
con tesón junto con su esposa Karime, dejó al estado con 5 millones 049 mil 500 de sus paisanos entre la
pobreza y la miseria. Es decir, tres cuartas partes de la población que es de 8
millones de veracruzanos.
Eso sin contar los cientos de pobres
que murieron en los hospitales por falta de medicamentos, ya que Karime y su
marido son señalados de haberse embolsado el dinero destinado al Seguro
Popular.
Pero la mujer alega que es perseguida
política.
Me cae que se necesita tener una
cachaza de desvergüenza tan grande como la que tiene la propia Karime para
actuar de esa manera.
Quizá no lo sepa, pero el argumento
que esgrime (persecución política por imputaciones penales infundadas), se lo
puede echar abajo cualquier pasante de leyes que funja como fiscal, porque no
entra en el esquema del perseguido político.
Por otra parte, la delatan 600 mil
jodidos que a veces no tienen ni qué llevarse a la boca.
Si existe la justicia en el gobierno
de Su Majestad Isabel II no sólo le negarán el asilo, sino que la pondrán en un
avión y la mandarán a México como lo que es; una ladrona indeseable.