Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Alguna vez un alcalde recién estrenado en el cargo me
dijo que una de sus primeras providencias fue ver cuánto había dejado en la
caja su antecesor: “Pero se llevó todo este amigo, hasta las alfombras”, indicó
mientras señalaba el piso descarapelado de su oficina.
Y en efecto, la oficina parecía haber sido atacada por
una pandilla de vándalos que destrozaron lo que no se pudieron llevar.
Pero este alcalde (que era abogado y después llegó a
Procurador en su estado), actuó rápido y en cuestión de semanas logró que su
antecesor y sus colaboradores cercanos fueran a la cárcel y devolvieran lo que
se robaron.
¿Qué harán los nuevos alcaldes de 123 ayuntamientos
que encontraron saqueadas las arcas y oficinas de sus municipios?
Deberían actuar de la misma forma.
Un ejemplo: el alcalde de Medellín de Bravo, Hipólito
Deschamps, recibió de su antecesor Luis Gerardo Pérez, un adeudo superior a los
12 millones de pesos. Un dineral para un municipio cuyos habitantes
(aproximadamente el 70%) rondan entre la pobreza y la pobreza extrema.
Entre otras cosas, el munícipe saliente omitió pagar
los recibos de luz correspondientes a los meses de noviembre y diciembre que
suman en total 850 mil pesos.
Pero aparte, quedó a deber tres millones de pesos a la
Conagua; cuatro millones del terreno del basurero; 18 mil pesos a Teléfonos de
México; 450 mil pesos a proveedores y tres millones al grupo MAS por los
derechos del agua. Esto entre otras cosas hasta sumar 12 millones de pesos que
la nueva comuna no tiene con qué solventar, porque le dejaron 30 mil pesos en
la Tesorería.
Hubo presidentes municipales que antes de irse
cometieron actos de rapiña al llevarse desde escritorios hasta computadoras,
pasando por ventiladores, mesas, sillas, aparatos de aire acondicionado y
pantallas planas.
Otros como el de Coatepec, Ricardo Palacios Torres,
dejó sin la última quincena del año a los trabajadores.
Hubo quienes se llevaron los vehículos viejos para venderlos
como chatarra en los deshuesaderos.
El despojo, la rapiña y los adeudos heredados a las
nuevas comunas, están a la orden del día en más de la mitad de los 212
municipios de Veracruz.
Fíjate lector hasta donde llegó el desfalco. En el
caso de la Conagua, esta dependencia condonó a decenas de ayuntamientos adeudos
de años anteriores, a condición de que pagaran puntalmente desde el inicio de
sus administraciones.
Pues ni así pagaron. Es decir, se clavaron el dinero
destinado a ese fin y dejaron a las nuevas comunas con el paquete.
De acuerdo con el delegado de esa dependencia, César
Triana Ramírez, al menos 123 ayuntamientos enfrentan adeudos por cantidades que
quitan hasta el hipo.
Con lo anterior, decenas de municipios pequeños, muchos
de ellos eminentemente rurales, enfrentarán la escasez del vital líquido si
Conagua les cierra la llave por falta de pago.
Esto debe cambiar.
Mientras no se apliquen penas severas a los alcaldes
ladrones y mientras la justicia siga enredada en una maraña burocrática, los
pequeños Duarte seguirán existiendo y multiplicándose como hongos.
¿Cuántos de esos 123 ex alcaldes pisarán la cárcel por
el robo que cometieron?
Acaso uno o dos. Y eso si los capturan, porque a estas
horas muchos ya pelaron gallo y se echaron a correr.