(Tres
Partes)
Por Francisco
Berlín Valenzuela*
Primera parte
México no es ajeno a esta tendencia y la
práctica política está conduciendo a sus partidos a las alianzas y coaliciones
más extrañas que antes eran impensables. Así, dentro del espectro político la
ciudadanía está contemplando en el proceso electoral que se está llevando a
cabo para las elecciones del primero de Julio, que partidos considerados de
derecha, se unen a otros de izquierda o de centro, para luchar conjuntamente
por la presidencia de la República, las gubernaturas de las entidades
federativas, las presidencias municipales y las diputaciones federales y
senadurías para integrar el congreso de la unión.
En estas condiciones, quienes participen
como oradores en las campañas políticas próximas a iniciarse, empezando por los
candidatos y los dirigentes de los partidos, se van a enfrentar al problema de
la orientación ideológica de sus discursos, en virtud de que los partidos que
los apoyen han sacrificado las ideas que les dieron origen, para hacer posible
las alianzas electorales.
Por eso, es oportuno reflexionar sobre la
importancia de la oratoria en las campañas políticas y sobre los temas que
puedan interesar a los electores en las
nuevas formas de actuar de los partidos.
En principio, considero que dentro de la
clasificación de la oratoria podemos distinguir tres géneros -entre otros- como
son: político o parlamentario, forense o judicial y sagrado o religioso. El
género que interesa destacar en esta conferencia es el que se refiere a los
discursos pronunciados ante un senado, congreso o asamblea pública sobre
asuntos de gobierno, extendiendo lo político a cuando concierne al mejoramiento
de las condiciones de vida de un pueblo.
El cultivo de la oratoria política,
requiere desde luego que el orador posea una vasta preparación y sólida
cultura, debiendo seguir el consejo del gran tribuno José Muñoz Cota, a quien
tuve la distinción de tener como maestro, cuando al dirigirse a un joven orador
lo incita a frecuentar a los hacedores de la palabra tanto los del pasado como
los del presente, al leer no libro si no bibliotecas, a velar todas las noches
las armas del idioma, para salir airosamente por los campos del saber, para
vivir en un estado de conciencia clara y definida sobre su visión política en
la vida.
Deben los oradores conocer la historia
nacional y universal por constituir lecciones que son siempre fuente fecunda de
experiencias; adentrarse en las complejidades de las ciencias sociales
políticas y económicas para señalar los rumbos a seguir por su audiencia;
interiorizarse en sus tradiciones, formas de pensar, tendencias, requerimientos
y aspiraciones de los habitantes de su país todo lo cual constituye una
necesidad impostergable que ningún orador político debe soslayar si realmente
quiere contribuir a mejorar las instituciones de su país.
La oratoria política tiene especiales
características que la distinguen de los otros dos géneros mencionados, pues el
que sube a una tribuna para discernir de los asuntos de gobierno, carece del
apoyo que, por ejemplo, tiene el orador religioso, cuyo soporte es más
consistente ya que descansa en la fe de sus oyentes, la autoridad de los dogmas
indiscutibles y la actitud respetuosa de su auditorio por el lugar sagrado en
que se encuentra. Por lo que toca al practicante de la oratoria forense o
judicial, su sostén se encuentra en la existencia de un orden normativo que
debe ser observado, estando las leyes en un nivel superior a los jueces y “que
bien expuestas y aplicadas no dejen lugar apenas a la controversia, si no que
arrastran los votos y determinan el fallo”.
La oratoria política, en cambio, se
practica en asambleas que generalmente todo lo ponen en duda, aun las más
cristalinas evidencias debido a los intereses encontrados y a las variadas
ambiciones que están en juego en las luchas por el poder. Así, observamos que
los parlamentos y auditorios políticos
resultan ser, según expresara Campillo y Correa ”campos de batalla donde en vez
de tratarse de ajustar nuestra conducta a ciertas doctrinas y leyes
establecidas ya de antemano, se fundan y sancionan de nuevo para que sirvan de
norma en lo sucesivo”.
Las adversas circunstancias, que en muchas
ocasiones tiene que enfrentar el orador político por la actitud escéptica de
sus oyentes o la escasa autoridad que sobre ellos tiene, presionan su conducta
para producirse realmente con verdad, honradez y talento, a fin de lograr
producir la influencia que desea en sus oyentes, situación está que hacía decir
al orador francés Mirabeau “El corazón no puede ser puro mientras los labios
mienten”.
Tanto en los tiempos pasados como en los
actuales, el género de oratoria política encuentra en los partidos políticos su
cauce natural por ser estas organizaciones los medios a través de los cuales se
explican y proyectan las cuestiones del poder, de las luchas para conquistarlo
y de la vida misma del Estado. Por lo tanto, obliga al estudioso de las
ciencias sociales y políticas a comprender cabalmente su origen, naturaleza,
estructura, sistemas en que se encausan, el número de partidos existentes y su
relación con los regímenes políticos.
Su noción conceptual nos conduce a
considerarlos como formaciones sociales integradas por un vínculo sociológico y
un fin político, explicándose el primero en razón de los miembros que lo
forman, los cuales dan lugar a una existencia objetiva independiente; y el
segundo, por el fin político que persiguen que fundamentalmente está
constituido por la conquista del poder para ejercer el gobierno y desde ahí
poner en práctica el programa y la doctrina que constituye su razón de ser,
aunque justo es reconocer, que esto último se ha relativizado debido al proceso
de desideologización que está caracterizando en la actualidad a la mayor parte
de estas organizaciones políticas, preocupadas fundamentalmente por la
conquista del poder.
Muchas son las definiciones que sobre los
partidos políticos se han venido elaborando dentro de la creciente bibliografía
que existen en todos los países, observándose que en la mayor parte de ellas se
encuentran los elementos sociológicos y políticos mencionados. Así, el
sociólogo sudamericano Alfredo Poviña escribió hace mucho tiempo que ellos son:
“agrupaciones permanentes y organizadas de ciudadanos que mediante la conquista
legal del poder público, se proponen realizar en la dirección del Estado un
determinado programa político y social”.
En esta definición se
encuentran los elementos fundamentales que explican la naturaleza y función de
los partidos: a) agrupación política de ciudadanos organizados de forma
permanente; b) conquista legal del poder público como un medio y, c)
realización de un programa político- social como una finalidad.
Es de observarse, que en
cuanto al número de estas organizaciones políticas, pueden ser clasificadas
como: sistemas bipartidistas, pluripartidistas, de partido único y de partido
dominante.
Nuestro país durante mucho tiempo tuvo un
sistema considerado como de partido dominante o hegemónico, que duro hasta el
año 2000, en que por primera vez, una organización política diferente a la que
había venido manteniendo el poder durante 71 años lo sustituyó en la
Presidencia de la República. Fue así como el Partido Revolucionario Institucional
(PRI), dejo de ser el partido dominante al ser sustituido por el Partido Acción
Nacional (PAN), que ocupó el mencionado cargo durante dos sexenios continuos
del año 2000 al 2012.
Dentro de este panorama pluripartidista,
que ha sido propiciado por las diversas reformas políticas que fueron sufriendo
nuestras leyes electorales, se llega a la contienda electoral del año en curso,
en la que participan diversas fuerzas políticas que son: Partido Acción
Nacional (PAN), Partido Revolucionario Institucional (PRI); Partido de la
Revolución Democrática (PRD); Partido Movimiento de Regeneración Nacional
(MORENA); Partido Movimiento Ciudadano; Partido Verde Ecologista de México
(PVEM); Partido Nueva Alianza (PANAL); Partido del Trabajo (PT); Partido Encuentro
Social (PES).
Estos partidos se han coaligado en tres
fuerzas políticas para participar en el proceso electoral que tendrá
verificativo el 1 de julio, integrando tres alianzas conformadas por: “México
al Frente” con el candidato Ricardo Anaya Cortés, integrada por PAN, PRD y MC;
MORENA, PT y PES, con el candidato Manuel López Obrador y, PRI, PVEM y PANAL
con el candidato José Antonio Meade Kuribreña.
El cuadro anterior se complementará con los
candidatos independientes que logren reunir los requisitos exigidos en las
leyes de la materia, para que puedan figurar en la boleta electoral, que según
parece, por el número de registro de firmas obtenidas, que se encuentran en
proceso de validación serán: Jaime Rodríguez Calderón, Margarita Zavala y
Armando Ríos Piter.