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lunes, 29 de enero de 2018

La oratoria y las campañas electorales

(Tres Partes)
                                                       Por Francisco Berlín Valenzuela*
Segunda Parte
   
    Los ahora precandidatos que están tratando de convencer a los miembros de sus partidos para que los nominen como sus candidatos para la contienda electoral, necesitaran de buenos oradores, formados en el seno de sus partidos, conocedores de sus programas y doctrinas a fin de convencer a los ciudadanos en el desarrollo de las campañas y en el recorrido que aran los candidatos por todo el país, de que ellos son las mejores opciones para poder integrar gobierno a partir del 1 de diciembre próximo.
    Es conveniente, no perder de vista que en un país con frágil vocación democrática como el nuestro, tiene que entender que el sufragio tiene una gran importancia y posee funciones inmanentes como son las orales y participativas y funciones trascendentes como son las de producir legitimación de los gobiernos y las de integración de los órganos del Estado.
    Mediante las funciones electorales se realizan los actos necesarios para la designación de candidatos, se establecen las calidades de los electores, así como las instituciones normativas y organismos operacionales.
    La función de participación del sufragio tiende a ser posibles las formas de democracia semidirecta como son entre otras, la práctica del referéndum, el plebiscito y la iniciativa popular, las cuales son normas completas del ejercicio del poder en el Estado por parte de los electores.
     La función legitimadora del sufragio en un régimen representativo y democrático, es vital para la justificación misma del poder, ya que los gobernantes deben aspirar a ejercer un poder jurídico.
   Señalamos por último, la función trascendente de las elecciones que consiste en la integración de los órganos del Estado, lo que la hace  de considerable valor porque permite la transmisión pacifica del poder y la continuidad de los gobiernos.
   
    Compenetrados ya del enorme valor que las elecciones representan para una comunidad política, se impone meditar en el papes de los oradores en las contiendas electorales.
   
    Preciso es, en primer lugar distinguir claramente entre la diversidad de individuos que giran alrededor de un partido político. Así se aprecia la existencia de dirigentes, candidatos, militantes, simpatizantes y votantes sistemáticos u ocasionales.
   
    Esta distinción es de gran utilidad al orador en las campañas políticas, pues deberá percatarse previamente a su intervención la clase de auditorio al que se va a dirigir para hacerlo de manera idónea. Ya que no es lo mismo un público de militantes de un partido que un público de electores flotantes e indefinidos, los cuales en ocasiones llegan a ser tan numerosos que pueden decidir el triunfo electoral.
 
     Por otra parte, en concordancia con lo anterior, hay que tener en cuenta las diferentes etapas del proceso electoral, dentro del cual se llevan a cabo actos políticos diversos, en los cuales el orador del partido enfrentara a públicos disímbolos, así por ejemplo existen actos, rituales como  es una convención,  en la que ya previamente los sectores se han pronunciado a favor de un candidato y los delegados que a ella asisten solo van a confirmar su decisión de apoyo ya manifestada, es evidente, que en este tipo de actos, la función del orador es la de justificar una candidatura más que convencer sobre los beneficios y la conveniencia de ella.
   
    Existen otro tipo de actos políticos en los que su integración es indiscriminada, concentrándose en mítines simpatizantes, adversarios, curiosos e indiferentes. Es conveniente señalar que en estos casos el orador debe utilizar un lenguaje cuyas premisas no se consideren aceptadas de antemano, ya que puede provocar rechazos y animadversión, haciendo reaccionar al público probablemente negativa, haciendo estéril el mensaje.
   
    Pensamos que en tales situaciones lo más recomendable es que las premisas mayores deben estar bien fundamentadas, buscando la adhesión en base al compromiso que despierten los postulados del partido y las propuestas de los candidatos.
   
    Es recomendable también tener en cuenta, que dada la heterogeneidad de los grupos que integran los auditorios en los diversos mítines que se celebran en un distrito electoral, es necesario, destacar los aspectos comunes que pueden identificar a un candidato con las necesidades concretas de esos grupos.
   
    Parece necesario insistir también en la conveniencia de que los oradores entiendan la distinción que hay entre la revolución como suceso histórico, en la que el pueblo tomó las armas para substituir el viejo orden por uno nuevo, más justo y democrático, del termino revolución que alude a una actitud dinámica en la sociedad actual, para impulsar el cambio y el progreso de nuestro país. Esta postura no busca perpetuar desde luego los intereses creados ni hacerse cómplice de las injusticias que pudieran existir, pues un verdadero revolucionario debe luchar por hacer realidad los principios que han sostenido nuestros mejores hombres en sus intentos por perfeccionar constantemente las instituciones sociales que poseemos.
 
     Esta distinción entre revolución como hecho histórico y revolución como actitud dinámica en la vida, debe ser explicada al pueblo, pues de no hacerlo, se corre el riesgo de que se sienta muy alejado del movimiento armado de 1910, si solo piensa en esa interpretación, tenemos que hacer comprender a la ciudadanía que hay también un concepto de revolución institucionalizada. La institución como es sabido, es una forma de organización estructurada con determinados fines más o menos precisos y con una permanencia relativa. Lo institucional en este contexto, que incluye la idea de revolución como actitud dinámica es un modelo que perfila y encausa conscientemente el cambio a través de esfuerzos deliberadamente planificados, en los que lo único inmutable es la convicción de que toda estructura social es siempre perfectible. Esta es una razón que sobre el particular deben tener siempre presente los oradores políticos.
   

    Los oradores deberán comunicar esto a sus interlocutores, sobre todo cuando utilice slogans, clichés o temas que hagan alusión a la revolución, evitando así que parezcan conceptos estereotipados y anacrónicos. Al ser entendidos solamente como alusiones al hecho histórico, la nueva generación mexicana, distante  ya en el tiempo de los acontecimientos de 1910, es poseedora de una energía vital que el partido debe encauzar mediante una participación revolucionaria más acorde con la idea de revolución como actitud dinámica ante la vida.