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martes, 30 de enero de 2018

La oratoria y las campañas electorales

(Tres Partes)

                                                       Por Francisco Berlín Valenzuela*
Tercera Parte
   
    Una elección para elegir representantes que integren la cámara de diputados, es bueno tener presente, el tipo de oratoria más adecuada para abordar cuestiones nacionales en un lenguaje directo y llano, enmarcados en la problemática local y regional que es la que más interesa a los ciudadanos que habitan en los diversos distritos electorales. Es muy cierto, que cuando la población siente que el candidato de un partido o sus oradores conocen de sus angustias y necesidades, estarán siempre más dispuestos a unirse a ellos para trabajar conjuntamente en la superación de sus propias dificultades.

   El poder de la palabra y la habilidad del orador político debe canalizarse para provocar el dialogo entre sus oyentes, a fin de que ellos participen más interesadamente en la contiendas. En estas condiciones el basamento ideológico de los partidos servirá de soporte a los argumentos esgrimidos para combatir la tesis de una oposición que se muestra agresiva en las épocas de las campañas comiciales. Se impone entonces la necesidad de conocer más a fondo el papel que los partidos tienen en la vida política del país, pugnando porque el auditorio comprenda y justifique la acción política que despliega.
   Lo anterior, adquiere una especial importancia en esta época en que los partidos hacen caso omiso de la plataforma y la doctrina que los nutre, pues es un hecho innegable que no sólo en México, si no en muchas partes del mundo, éstas organizaciones políticas se distinguen por su desideologización, es decir, por el abandono de las ideologías que sostienen, las cuales se han relativizado por culpa de sus dirigentes,  quienes han prescindido de ellas en las alianzas y conformación de frentes electorales, que realizan con la finalidad de obtener el poder político.

   El orador político tiene que percatarse también de los elementos que están presenten en cada elección, distinguiéndolas por el tipo de órgano a integrar. No es lo mismo una elección para gobernador o Presidente de la República, a un cómicio para elegir representantes populares que integren un cuerpo colegiado. En el primer caso hay que destacar más la presencia de los candidatos, mientras que en el segundo debe resaltarse más la presencia del partido y de su plataforma ideológica.

   En caso de elecciones para Gobernador o Presidentes Municipales o de la República, la necesidad de identificación entre la ciudadanía y su candidato es prioritaria, en cambio en aquellas que se convoca para elegir diputados o senadores deben prevalecer las tesis  partidistas, ya que en los órganos a integrar se representan grupos y tendencias de opinión.
   
    Reflexionemos ahora sobre un tema de considerable importancia en el momento presente, frecuentemente se olvida en las lides electorales que la finalidad de un proceso electoral es el de obtener en un clima de concordia y paz social la superación de la lucha de los contrarios, de las partes opuestas, haciendo posible el planteamiento disímbolo de ideas, propias de una sociedad plural. En este sentido la violencia en todas sus manifestaciones, tanto física como verbal, no tiene cavida en una comunidad civilizada como es la nuestra, por ser esencialmente antitética a todo proceso electoral y por lo mismo nunca y bajo ninguna condición puede ser su componente, so pena de atentar contra los fines de la elección en el afán de alcanzar sus medios.
   
    Teniendo presente este asunto resulta comprensible que los oradores en las contiendas políticas, está bien que se manifiesten encendidos en sus alocuciones, sin ser incendiarios; que sean enérgicos, pero no descorteces, intransigentes en sus postulados y principios sin llegar a ser irrespetuosos, que practiquen la polémica sin ser insultantes, pero sobre todo que se produzcan con sinceridad y verdad ante su auditorio.

     No perdamos de vista a este respecto, que la elección es, además de un medio de capacitación de los hombres más idóneos para el ejercicio del poder político, un instrumento de legitimación, como ya lo expresamos anteriormente, por lo que todo denuesto contra los procesos electorales, los partidos políticos participantes y los ciudadanos protagonistas, se revierte debilitando la imagen pública de la elección, desvaneciendo su naturaleza pacífica y preparando el camino para el arribo del autoritarismo.

    Quienes así proceden no ocultan su posición reaccionaria y conservadora. Mal hacen por lo tanto algunos partidos, no solamente por la escasez de militantes, sino por la falta de ideas y argumentos, cuando con posturas teatrales fúnebres ironizan insidiosamente  las instituciones democráticas, so pretexto  de defender el sufragio cuando este les es adverso. 
 
     No es políticamente valioso cambiarle al pueblo las urnas por ataúdes para que deposite su voto, insinuando con ello que la democracia ha perecido, porque tal actitud no contribuye en nada al perfeccionamiento de las instituciones y si genera el desaliento que conduce al abstencionismo, al debilitar el espíritu cívico de la ciudadanía.

   Finalmente, considero que hablar de la oratoria y las contiendas electorales, implica tener presente que quienes la practican son  poseedores de   virtudes morales e intelectuales superiores, en virtud de que el orador político debe tener una gran versatilidad que lo coloque en aptitud de comunicarse lo mismo con letrados que con analfabetas, con campesinos que con profesionales, con obreros que con industriales, siendo ésta una capacidad que sólo se alcanza  mediante una constante y permanente disposición de aprendizaje, pues es evidente que el que puede lo más puede lo menos. De ahí, que quien se dirige a cualquier auditorio puede llegar a reducir dialécticamente la teoría y la praxis política.
 
    Rige en términos castrenses un principio que reza “Que nadie debe desenvainar la espada sin motivo, pero menos aun envainarla sin honor”. Construyendo un símil yo les digo a los oradores políticos que nadie debe abordar la tribuna sin convicciones razonadas, pero menos aun abandonarla sin la satisfacción de haber contribuido con su palabra al fortalecimiento de la democracia y la paz social.

*Doctor en Derecho. Analista Político. Autor de libros en Derecho Electoral y Parlamentario. Profesor Investigador Emérito de “El Colegio de Veracruz”. Receptor de las “Medallas Defensor de la Libertad y Promotor del Progreso” y al “Mérito Jurídico”, otorgada por el Club de Periodistas de México y por el H. Ayuntamiento de Xalapa, Veracruz.