La
decisión de Estados Unidos de exentar a nuestro país del pago de nuevos
aranceles a las importaciones de acero y aluminio sólo es temporal. No
podemos cantar victoria cuando las rondas de negociaciones del Tratado de
Libre Comercio (TLCAN) aún no han concluido.
Luego
de que el Presidente Trump firmara el jueves pasado un acuerdo que impone
aranceles de 25% a las importaciones de acero y de 10% a las de aluminio,
el gobierno mexicano rechazó cualquier injerencia con el Tratado como
medida de presión para los temas que aún habrán de discutirse. El ministro
de Comercio Exterior canadiense, Francois-Phillippe Champagne, dijo que su
país tampoco aceptaría ningún arancel o cuota por parte de los Estados
Unidos.
Lo
que están discutiendo nuestros países no es un tema sólo de comercio
internacional sino que tiene un impacto económico y social muy importante,
incluso en nuestro estado de Veracruz.
No
exagero si digo que no podemos imaginar un mundo sin el acero y el
aluminio. Todo lo que necesitamos para vivir –nuestra casa, nuestra
oficina, el transporte, la industria y hasta la producción de alimentos-
está vinculado con estos dos metales, los más utilizados en el planeta.
El
acero y el aluminio son fundamentales para el crecimiento de un país,
porque sin ellos no hay industria automotriz, ni de la aviación, ni del
transporte.
Pero
no se trata sólo de para qué sirven, sino también de lo que nos dan como
dos de los principales sectores productivos del país. Ambos generan cerca
de dos millones de empleos directos e indirectos y representan una
inversión superior a los 15 mil millones de dólares al año, con lo que aportan
casi el 3 por ciento del PIB nacional.
A
nivel internacional, México es el décimo tercer productor de acero. Tenemos
acuerdos comerciales libres de arancel con 100 países, lo que asegura una
producción de 20 millones de toneladas de acero al año; sin embargo, la
política proteccionista de Estados Unidos nos podría meter en problemas, ya
que en 11 estados del país se produce acero líquido, entre ellos, Veracruz.
Tan
sólo la inversión de la industria del acero en México es de aproximadamente
14 mil millones de dólares, una cantidad equivalente al 63 por ciento de la
inversión total de la industria automotriz. Y sigue creciendo.
Un
caso emblemático de esta industria en Veracruz es el Centro Industrial
Tenaris-Tamsa, que da empleo a más de 5 mil personas y tiene una capacidad
de producción de 1 millón 230 mil toneladas de tubos de acero sin costura.
El Centro Industrial de Tenaris en México es uno de los más grandes del
mundo en la fabricación de tubos de acero para la industria energética.
Desde
Veracruz, esta empresa abastece de tubería de acero para la exploración y
producción de petróleo, minerales y gas a las compañías líderes alrededor
del mundo.
Por
el tamaño de su economía, Estados Unidos es uno de los más grandes
importadores y consumidores de acero. Su demanda total en el 2017 fue de
107 millones de toneladas, mientras que su producción interna fue apenas de
82 millones de toneladas.
Entre
los países donde se realizó el mayor número de importaciones en el 2017
destacaron Canadá y Brasil. México fue el cuarto país de donde EU importó
acero con mayor volumen, ocupando 9% de las importaciones totales.
Por
ello, un aumento en los aranceles a la exportación de estos productos
tendría un impacto directo en el precio de infinidad de productos, bienes y
servicios. Se elevaría el costo la construcción de viviendas, de la
producción de automóviles, maquinaria para la industria, entre muchos
otros.
México
sigue siendo el país con el mayor número de tratados comerciales en todo el
mundo. Este expansionismo positivo nos permite llevar nuestros productos y
nuestra cultura prácticamente a cualquier rincón del planeta. Nuestro
futuro depende en buena medida de lo que le vendamos al mundo, alejados de
una visión aislacionista y patriotera que nos resta presencia en los
mercados internacionales.
Hoy
más que nunca debemos apostar por una verdadera economía de acero.
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