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lunes, 4 de febrero de 2019

Cuando se opta por lo facilito


Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Casi a principios del siglo anterior (e incluso desde antes), cuando los ríos Mixcoac, Churubusco, La Piedad y los canales de La Viga comenzaron a llenarse de porquería, a alguien se le ocurrió entubarlos en lugar de limpiarlos. ¿La razón? Es que salía más barato meterles tubos y convertirlos en caños, que invertirles un poco más y sanearlos.
No pasó mucho tiempo hasta que a otro genio se le ocurrió cubrirlos de cemento y transformarlos en calles y avenidas. Debido a semejante estupidez, esos ríos y canales se convirtieron en saturadas vías de comunicación donde los automovilistas pierden más de cuarenta minutos en entrar y salir.
México (junto con algunos países jodidísimos de África), es una nación que entuba sus ríos en lugar de limpiarlos, y donde la cultura de cuidarlos, protegerlos y no contaminarlos es casi nula.
En tiempos de María Canica, cuando el río Tuxpan comenzó a transformarse en basurero, el entonces alcalde mandó limpiar de maleza toda la ribera y puso letreros donde advertía que habría cárcel de dos meses (inconmutables) y multas de hasta 5 mil pesos (de aquellos), para aquel sujeto o sujeta que fuera sorprendido tirando basura en el río.
Como en ese entonces no rifaba el Nuevo Código de Justicia Penal, los fulanos sorprendidos eran exhibidos en el diario local con foto, nombre, apellido y tras las rejas. Y aparte de la vergonzosa balconeada, tenían que pagar la multota.
Pero desde hace años el río es otra vez depósito de lo que desecha todo mundo.
Hace poco, viendo una enorme mancha de inmundicia flotando sobre su cauce, un amigo pronosticó patibulario. “Nosotros ya no lo veremos, pero seguro nuestros nietos serán testigos de la pavimentación de este río”. Estuve a punto de contestarle con un “no mames”, pero al recordar lo que pasó con los ríos de la Ciudad de México mejor me abstuve.  
Veracruz tiene 16 ríos de los cuales nueve están contaminados y siete nomás medio contaminados. Y es que todos sin excepción han sido convertidos en basureros a cielo abierto en algún punto de su cauce. De las lagunas y esteros mejor ni hablar; casi todos están en estado lamentable.
La bronca es que el mal ejemplo cunde. Ahora no sólo son los ríos, sino los océanos los que peligran. 
De acuerdo con Sarah Kollar, jefa de extensión del “Programa Internacional de Limpieza Costera, Mares sin Basura”, dentro de seis años, por cada tres toneladas de peces que naden en los océanos, habrá una tonelada de plástico en el fondo de los mares.
Pero a la raza humana eso la tiene sin cuidado y sigue aventando plástico y porquería y media donde caiga.
Si sigue la desidia y no nos preocupamos por limpiar mares, ríos, océanos, esteros, lagos y lagunas, dentro de algunos lustros podremos viajar a Europa, Asia y África por carretera, aunque ladremos por la falta de agua.
El mensaje de los propios cuerpos de agua contaminados es claro: no optemos por lo facilito, como lo hicieron los corruptos, ladrones y huevones gobernantes mexicanos con los ríos de la CDMX.