Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Por más de media hora Javier Duarte trató de convencer
al periodista Ciro Gómez Leyva y a su audiencia que no es el ladrón que dicen
que es, que vive al día, que no tiene ninguna propiedad, que no le entró al
negocio de las empresas fantasma, que no conoce a sus acusadores y que la PGR
le jugó chueco. Lo único que le faltó agregar fueron dos palabras: Soy
inocente.
En charla telefónica desde el Reclusorio Norte, el
preso veracruzano pasó de lo increíble a lo jocoso y sin decirlo textualmente
dio a entender que sus manos están atascadas de honestidad: “No existe una
cuenta, no existe un bien, una transferencia, una operación, una empresa en
donde yo o alguien de mi familia aparezcan. Simplemente están los dichos de
esas personas que confiesan haber realizado conductas que la Ley tipifica como
delitos”.
¿Entonces no tiene bienes terrenales?
No, al parecer no. Dijo que “son inventos y locuras de
Yunes Linares”, incluyendo los diarios (esos que decían Sí merezco abundancia)
y la mayoría de los objetos que fueron exhibidos en una bodega de Córdoba.
¿Y dinero? No pues tampoco. Ya dijo que no tiene “ni
una cuenta”.
Reiteró que su esposa gasta unos 80 mil pesos
mensuales en la renta del depa en Londres; 50 mil pesos en las colegiaturas de
sus hijos y otros 50 mil en gastos varios: “Es lo que hay, es lo que tengo para
poder mantenerlos. Qué más quisiera poderles mandar más recursos. Sin embargo…
todo mundo cree que soy multimillonario y la verdad es que me estoy tronando
los dedos”.
Si esto es verdad, ¿entonces quién se robó los 22 mil
millones de pesos que de acuerdo con el SAT y la FGE (antes PGR) tienen
documentados contra Javier Duarte? ¿Será que ambas dependencias cometieron la
sevicia de acusarlo injustamente?
Javier Duarte no huyó de Veracruz porque fuera culpable;
no señor. Sino porque “Se veía una persecución política muy fuerte, muy
organizada, una trama muy estructurada por parte del gobierno federal
encabezado por el anterior secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio
Chong, coludido con Miguel Ángel Yunes Linares”.
Tampoco está de acuerdo con la sentencia de 9 años
porque la PGR lo obligó a aceptarla. “Ahora lo puedo decir, me obligaron a
hacerlo. Tenía una pistola en la cabeza y si no aceptaba me ponían una condena
de 25 años de prisión”.
Luego de este jocoso comentario es importante señalar
que si se hubiera aplicado la Ley, la pena que le habría impuesto el juez
rebasaría los 100 años. Pero se la pusieron facilita y gracias a un juicio
abreviado cuya condena fue de nueve años, saldrá de la cárcel en tres.
De ser cierto lo de la pistola, ¿cuántos sentenciados
casi a cadena perpetua no aceptarían gustosos que la FGR les pusiera no una
pistola, sino un cañón en la cabeza, con tal de aminorar su condena? ¿Qué reo en
su sano juicio se niega a que le quiten años de cárcel?
Lo real es que hay 22 mil millones de pesos que no
aparecen por ningún lado y desapariciones forzadas por las que no responderá
Javier Duarte que al final de cuentas saldrá libre en 36 meses. Y lo que es
peor; sin que le tomaran parecer a 8 millones de veracruzanos que fueron los
engañados, burlados y robados en su malhadado sexenio.