ADELANTE
Pepe Valencia
Me inicié como reportero de la sección policíaca hace más de
40 años en el Diario de Xalapa. Transcurrían días y días sin
suscitarse ningún hecho de sangre relevante. Sólo riñas a golpes, lesionados,
pequeños robos y de vez en cuando algún asalto sin mucha violencia. Cuando
ocurría un homicidio en la ciudad era noticia principal.
Hoy la nota roja no sólo es la de ocho columnas, sino de
primera plana en periódicos impresos y digitales, en radio y televisión, en redes
sociales y el comentario que corre a diario de boca en boca.
A las
personas de cierta edad les consta que podíamos acudir a los antros a bailar y
convivir con amigas y amigos, a cenar o pasear solos o en familia por cualquier
sitio de la ciudad, de día, de noche y hasta de madrugada. No había balaceras
ni persecuciones, tampoco levantones ni secuestros; las ejecuciones ocurrían
allá de vez en cuando, lo mismo los robos
y asaltos a mano armada.
Los
decapitados o cadáveres descuartizados e introducidos en bolsas de plástico
sólo se veían en películas.
Xalapa era
una ciudad tranquila. No se sabía de cuotas extraoficiales por derecho de piso
ni de extorsiones.
Hace unos
días una dama llamó a su esposo porque el taxi donde viajaba había chocado.
Nada grave, sólo el susto. Pero cuando el cónyuge llegó se llevó una sorpresa.
Su mujer le dijo aterrada y en voz baja:
--Vámonos.
El automóvil que golpeó al taxi era conducido por un tipo ebrio que está
armado. Amenazó al taxista y todos le temen. Dice que es de… “aquellos” y que
no le harán nada ni la policía ni tránsito. Está hablando con quién sabe quién
por su celular. ¡Vámonos ya!
En otra
ocasión me platicó un amigo que su esposa fue secuestrada a plena luz del día y
ante testigos por hombres armados. Lo obligaron a pagar un rescate de miles de
pesos, que consiguió como pudo.
Otro amigo
me relató indignado:
--Unos
pandilleros golpearon a mi hijo. Tuvieron que operarlo y luego me agredieron
por haberlos denunciado. Están libres los sujetos.
Son apenas tres
ejemplos recientes de cómo opera con total impunidad la delincuencia.
El alcalde Hipólito Rodríguez Herrero acaba de
declarar que hay familias que huyen de colonias peligrosas de Xalapa. ¿Y qué hace
la autoridad? Nada.
Lo único que
nos queda es confiar en que un día elijamos a un alcalde o un gobernador que se
faje los pantalones y que, con estrategia de inteligencia y con apoyo del
ejército y del presidente de la república, acabe con la violencia y devuelva la
seguridad a los ciudadanos.
O bien,
organizarnos como sociedad civil, formar grupos o brigadas de guardias
comunitarios en barrios y colonias para defendernos de los delincuentes… sin
lincharlos como en Soledad Atzompa.