Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Hay cosas que los gobernantes no deberían decir, pero
las sueltan bonitamente sin el menor pudor ni recato. Este martes en entrevista
televisiva el gobernador Cuitláhuac García dejó esto para la posteridad: “El
pueblo me ha conferido defender a los veracruzanos y en eso daría la vida sin
problema”.
¿Hubo aplausos, porras y vivas para el mandatario
estatal? No. De hecho, no faltó quien lo calificara de protagónico y otras
lindezas.
Lo que ya es ganancia es que reconozca que una de sus
funciones es velar por la seguridad de sus gobernados. Y es que durante semanas
le exigió al fiscal Jorge Winckler más seguridad, hasta que éste le hizo ver
que eso le corresponde a él como gobernador, mientras que a la fiscalía le
corresponde investigar, detener y llevar a juicio a los criminales.
En estos tiempos que corren los desplantes no quedan,
se ven mal y causan náusea. Sobre todo si quien los escucha tiene un amigo o un
familiar desaparecido, secuestrado o ejecutado.
Decir a su entrevistador que él, Cuitláhuac García, no
tiene miedo a los delincuentes, cayó como patada al estómago a una ciudadanía
que vive con zozobra, miedo y pánico día tras día, semana tras semana, mes tras
mes… y que está literalmente hasta la madre de la incapacidad de los gobiernos
para garantizarle seguridad y paz.
“La única paz que conocemos es la de nuestros difuntos
cuando los matan” dijo una mujer frente al féretro de su marido y dijo una gran
verdad.
Insistir una y otra vez con una mentira ya no es
redituable, pero eso lo pasa por alto Cuitláhuac que aseguró que desde que asumió
el poder bajó la incidencia delictiva en la entidad.
¿Quién le pasará los informes sobre seguridad? ¿Por
qué le ocultarán las cifras reales? ¿Cómo es posible que hable de esa manera cuando
entre viernes, sábado y domingo hubo 31 ejecutados en lo que se considera el
fin de semana más sangriento en la historia reciente de la entidad?
Tampoco le ayuda decir que tras la balacera y quema de
autobuses en el sur: “Me puse a recorrer Tierra Blanca hablando con la
población directamente y les informé lo que estamos haciendo”, porque dice una
verdad a medias.
Sí, en efecto, fue a Tierra Blanca, pero a comer hot
dogs (ayer dije que habían sido tacos) y esa imagen fue la que subió a las
redes su oficina de Comunicación Social.
Lo cierto es que Veracruz está mal muy mal y las
frases populistas ni ayudan al gobernador ni dan tranquilidad a una población
que insisto, está harta y con miedo.
¿Qué sigue?
Esperar un milagro, no hay de otra.
Por el bien de Veracruz, cómo deseo que el gobierno de
Cuitláhuac sea la excepción que confirme la regla y logre disminuir la
violencia. Pero no se ve por dónde.
Creo que la única vía es poner nuestras esperanzas en
el siguiente gobernador. A ver si él sí puede.
Pero para eso tendrán que pasar cinco años y ocho meses.
Pasumecha… es mucho tiempo.
Se erizan los vellos del espinazo de sólo pensar
cuántos asesinados, secuestrados y desaparecidos se habrán contabilizado para
el 30 de noviembre del 2024.