Palabra de Mujer
Billie Parker*
Las y los Periodistas en México
transitan entre narrativas y descalificaciones, informan entre la muerte y la
estigmatización. Con la mano en la cintura cualquiera les lanza lo mismo
piedras, balas, que campañas persecutorias y de desprestigio. En ocasiones la
misma fuente laboral los somete, al igual que los mecanismos de
protección estatal o federal, que criminalizan a las víctimas con filtraciones
y verdades manipuladas, para sepultar su ineficiencia o corrupción. Es el
crimen perfecto, sin ensuciarse las manos.
Entre los discursos de odio que
contra ellos y ellas esgrime el poder, -sea desde su pequeño ladrillo, del
zócalo o del palacio de gobierno-, para minimizar la violencia contra la
prensa, tenemos frases que se erigen como “verdaderas joyas”: “Son
chayoteros” “solaparon a los neoliberales”, “estaban con la maña”,
“es prensa fifí”, “periodistas conservadores, vendidos…”
Cuando los periodistas mueren
aplastados por la ola promovida por estos discursos de odio, el poder
justifica o suelta otros tantos enunciados que retratan a quien los dice:
“Tenía la cola sucia”, “Es conflictivo…era mitómana, era un
extorsionador… quien sabe en qué pasos andaba… Ni se metan ahí… Te
recomiendo no mencionarlo sino quieres problemas”, entre muchísimas más
calumnias y advertencias.
No es que haya angelitos en la
profesión, no voy hacerla de abogada del diablo, pero de ahí a que por tumbar a
la mediocracia, impulsada desde el mismo poder, se arrastre y se linche al
último eslabón de la cadena de la comunicación , que son los periodista de a
pie, es inadmisible.
Se habla de la democratización
de los medios donde lo único que se ve es que se intenta suplirlos con bots,
trolles, youtubers, y otros medios y personajes, “aparecidos” con y desde el
poder en turno, cuyos sellos y objetivos “no niegan la cruz de su parroquia”.
Durante la conferencia mañanera
se dio a conocer que el mecanismo de protección a periodistas y
defensores de derechos humanos es ineficiente, burocrático y hasta negocio fue,
asentado sobre las espaldas de las y los periodistas caídos, del gobierno
peñista, a quien por cierto ampara el poder en turno al grado que ni
siquiera se atreven a nombrarlo. Omisión es colusión señoras y señores
adalides de la corrupción.
Habría que ver cuantos
negocios o corrupción hay en las instancias de protección estatales, donde ni
siquiera practican reglas de cortesía para con las y los periodistas, pero eso
sí utilizan los recursos para comilonas donde solo los “allegados” tienen
cabida. Prácticas discriminatorias, omisiones, incumplimiento a su deber legal,
todo les pasa el poder porque son simples instancias de simulación.
Ahora simularán el
reforzamiento de los mecanismos de protección con un plan donde la gran
ausente es la perspectiva de género. No es lo mismo desarraigar a un periodista
que a una mujer reportera con hijos. No es el mismo protocolo que aplicar. No
hay mención de ellas y los abusos a que son sometidas. En este largo discurso y
diagnóstico es como si no existiéramos para los protagonistas de la
misoginia estructural.
Ahí está el
“MetooPeriodistasMexicanos que recopila historia atroces de directores,
editores, reporteros, fotógrafos, lsa fuentes y hasta asistentes, que cosifican
a las mujeres periodistas para su uso personal y cuando se les dice no, viene
el despojo del empleo, el mobbing laboral, el veto en todos los medios, para
terminar de aplastarlas por negarse a sus órdenes. Pero ese es tema de
otra columna, que con el recién nacido metoopoliticosmexicanos
@metoopoliticamx causará ámpula.
Hoy vale la pena revisar el
camino que llevó a la prensa en su conjunto a ser el blanco andante de
cualquier agresor. La corta memoria de los mexicanos es aprovechada para
ocultar, esconder, disimular, porque quienes iniciaron -no los únicos-
fueron los que hoy levantan su dedo flamígero al pasado, para justificar los
yerros mientras solo anuncian, enuncian y acusan – algunos hasta se
excusan-.
Prescinden relatar su
participación, no en la caída del cuarto poder, sino en el tsunami sangriento
que acecha a cada comunicadora o reportero, hoy extendido a los
defensores de Derechos humanos, porque ambos les estorban. Ola Impulsada
por descalificaciones de intelectuales y políticos liderados por el entonces
candidato Andrés Manuel López Obrador, que vertían desde el zócalo en mítines
-y como jefe de gobierno -en las conferencias mañaneras donde se daba el lujo
de derecho de admisión.
Hoy el actual presidente lleva
varias amonestaciones de la ONU para que deje de estigmatizar desde la silla
del poder, a comunicadores. CIDH, Reporteros sin Fronteras (RSF),
organizaciones especializadas en el análisis y la evaluación del derecho de
informar, refieren que la libertad de prensa en el mundo está más
amenazada que nunca, debido, principalmente, a la llamada posverdad o
informaciones falsas y a la retórica antimedios promovida por líderes encumbrados.
Deshonrar la labor de periodistas y organizaciones de defensores civiles es un
fenómeno de moda entre políticos que pretenden acallar las voces que los
exhiben.
La estigmatización es hoy
un recurso de censura que utilizan los actores que quieren silenciar a la
prensa. Ya se conocen las censuras directas a través de leyes que no
respetan los estándares internacionales, concentración de medios para ahorcar
los verdaderos medios, violencia contra medios y periodistas, impunidad en los
crímenes cometidos contra medios y periodistas, violencia digital,
auto-censura, entre otras, pero no la del crimen perfecto de darle muerte
“civil” con discursos de odio, situándolo en peligro constante.
Si bien era necesario como dice
el sociólogo Manuel Castell que en las sociedades democráticas desarrolladas
los medios de comunicación no fueran el cuarto poder, “sino el espacio en
el que se genera, se mantiene y se pierde el poder”, la forma en que intentaron
modificarlo lleva el objetivo de no sólo ponerles la bota al cuello a las y los
periodistas, sino de extinguirlos. El crimen perfecto.
La prensa fifí no es el primer
insulto que el político tabasqueño le acomoda a las y los periodistas. Si bien
su objetivo siempre fue desacreditar a los emporios mediáticos que ponían
y quitaban candidatos se llevó a otros en su atropellado embate. La mafia
del poder y sus medios era un gran poder que había hecho de la industria
mediática, el gran elector, pero que los reporteros de calle no usufructuaban
tal circunstancia y se convirtieron en las víctimas directas.
Grupos políticos aprovecharon
el camino que AMLO les facilitaba con su estrategia para derrocar a las
empresas periodísticas que crecían en influencia y poder. Coincidía entonces
con los poderosos agrupados para hacerse del poder de los negocios:
gobernantes, funcionarios y legisladores encumbrados, sin siglas y
con un único objetivo de derrocar a quien imponía candidatos desde las
televisoras, empezaron a tirar al famoso y temible cuarto poder, sin ver cuán
vulnerable dejaban a las y los reporteros que daban la cara en las calles sin
ninguna protección, como la que utilizaban los dueños donde laboraban.
Los usaron de escudo, de
carne de cañón para sus turbios negocios, lucraron con sus necesidades y
condiciones laborales precarias, hasta con el yugo que les tendían en la
oposición. Era el crimen perfecto para controlar al gremio o extinguirlo, como
sigue siendo la tirada para terminar de concentrar el poder con la creación de
sus medios y “periodistas”.
En la lógica del
“reforzamiento” del mecanismo de protección a periodistas no es congruente que
se siga con la práctica sistemática de polarizar, difamar, calumniar e
injuriar a sus críticos como si no fuera un presidente obligado a dar ejemplo
de reconciliación, lo mismo que le pide al Papa Francisco, al Rey de
España o a sus mismos seguidores. Ahora va contra otros sectores porque nadie
abogó por las y los periodistas. *Directora Gral BillieParkerNoticias.com