Cuando una niña de 3 años deja de ver a su padre durante 20 años, como es
mi caso, uno se pregunta ¿Qué tiene que vivir alguien para dejar atrás su vida,
su familia, su patria e ir en busca de una mejor oportunidad a los Estados
Unidos? Hoy, que miles de seres humanos cruzan nuestro
país para llegar a la frontera norte, enfrentando cualquier cantidad de
peligros; hoy, que el Presidente Norteamericano amenaza en construir una
barrera de tres mil kilómetros de largo; hoy, que hay 26 centroamericanos
migrantes secuestrados en Tamaulipas, me pregunto, ¿podremos algun día mitigar
las causas de la migración? ¿podremos retener a nuestros jóvenes y evitar que
se embarquen en un viaje sin retorno? ¿podrán cambiar las condiciones
imperantes en México, Centro o Sudamérica, para que nuestros hermanos
latinoamericanos puedan tener oportunidades de trabajo y permanezcan en sus
lugares de origen? No hay respuestas sencillas, lo que sé es que todo lo que se
ha hecho no ha sido suficiente. El drama de la migración no solo es para los
que dejan su vida y marchan hacia un destino incierto; el drama de la
migración, es también de los miles, millones de seres humanos que se quedan
atrás, porque existen efectos colaterales con serias consecuencias en el tejido
social. La migración destruye familias, deja huérfanos a menores y afecta
irremediablemente el núcleo familiar; es probable que muchos jóvenes sicarios
sean producto de la migración de sus padres, padres ausentes que abandonan el
futuro de sus hijos por encontrar sustento. Aunque no todo es negativo, existen
casos de éxito en los que las remesas del extranjero han propiciado mejores
oportunidades para muchas familias que antes no hubieran tenido ingresos, por
ejemplo, para emprender un negocio. Esos dólares que envían los migrantes hacen
la diferencia. Entonces, ¿está bien o está mal? La migración es un fenómeno
ampliamente estudiado pero que tiene múltiples factores y ángulos que deben ser
analizados y atendidos. México es exportador de migrantes pero también receptor
de muchos de ellos, toda la gente que no logra cruzar a Estados Unidos se queda
aquí conformando verdaderas colonias que se asientan en busca de sobrevivencia,
grupos humanos a los que hay que dotar de servicios. Las maquilas se nutren de
ellos, pero también la delincuencia; algunos mejoran sus condiciones de vida,
pero los más, son víctima de explotación en diversas formas. En estos días en
que se ha anunciado una Caravana Madre, denominada así por ser multitudinaria,
que partirá de centro américa, debemos pensar, ¿cuál es nuestra postura como
sociedad ante este fenómeno que nos rebasa?. Si son contenidos es muy probable
que permanezcan en territorio nacional, pero entonces, ¿los auxiliamos a llegar
al norte?, ¿los detenemos y deportamos?, ¿los contenemos? o ¿los asilamos?. En
mi búsqueda por dirigir al PRI he platicado con mucha gente migrante y tengo
algo claro: o nos ocupamos de este tema o dentro de poco empezaremos a ver
fenómenos satélite que creíamos ajenos a nuestra cultura, como xenofobia,
racismo, discriminación y hasta violencia en contra de los hermanos que llegan
exiliados de su patria. Durante décadas hemos mirado hacia otro lado, pensando
que la autocomposición de las cosas haría su trabajo, que ya vendrían tiempos
mejores y pasamos de las escenas de migrantes subidos en La Bestia a escenas
dantescas como la de San Fernando, Tamaulipas, que hoy se reedita con los 26
desaparecidos bajados a la fuerza de un camión mientras buscaban llegar a la
frontera. ¿En que otro país del mundo pueden desaparecer 26 personas sin que la
comunidad nacional o internacional genere un verdadero cuestionamiento para su
pronto hallazgo? ¿Dónde está la sociedad que marchó durante semanas por los 43?
o por tratarse de migrantes no debemos reaccionar, es pregunta. En lo personal
la migración toca fibras profundas. Mi padre se fue a Estados Unidos cuando yo
apenas era una niña, lo reencontré muchos años después y sé que esa decisión
fue la más difícil de su vida, abandonar a su familia, a su hija, dejar todo
por tratar de darnos algo, lo marcó a él, me marcó a mi, nos marcó a todos los
que como yo los vimos perderse en la distancia. Mi padre nunca regresó, rehizo
su vida al igual que la rehizo aquí mi madre. Por eso, cuando alguien decide
migrar para no morir, merece todo mi respeto. A aquellos que marchan por México
en busca de algo mejor para los suyos, toda mi solidaridad y todo mi aliento.
Lorena Piñón
Rivera
Candidata a la
Presidencia del CEN del PRI