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domingo, 14 de abril de 2019

Migrar o Morir


Cuando una niña de 3 años deja de ver a su padre durante 20 años, como es mi caso, uno se pregunta ¿Qué tiene que vivir alguien para dejar atrás su vida, su familia, su patria e ir en busca de una mejor oportunidad a los Estados Unidos? Hoy, que miles de seres humanos cruzan nuestro país para llegar a la frontera norte, enfrentando cualquier cantidad de peligros; hoy, que el Presidente Norteamericano amenaza en construir una barrera de tres mil kilómetros de largo; hoy, que hay 26 centroamericanos migrantes secuestrados en Tamaulipas, me pregunto, ¿podremos algun día mitigar las causas de la migración? ¿podremos retener a nuestros jóvenes y evitar que se embarquen en un viaje sin retorno? ¿podrán cambiar las condiciones imperantes en México, Centro o Sudamérica, para que nuestros hermanos latinoamericanos puedan tener oportunidades de trabajo y permanezcan en sus lugares de origen? No hay respuestas sencillas, lo que sé es que todo lo que se ha hecho no ha sido suficiente. El drama de la migración no solo es para los que dejan su vida y marchan hacia un destino incierto; el drama de la migración, es también de los miles, millones de seres humanos que se quedan atrás, porque existen efectos colaterales con serias consecuencias en el tejido social. La migración destruye familias, deja huérfanos a menores y afecta irremediablemente el núcleo familiar; es probable que muchos jóvenes sicarios sean producto de la migración de sus padres, padres ausentes que abandonan el futuro de sus hijos por encontrar sustento. Aunque no todo es negativo, existen casos de éxito en los que las remesas del extranjero han propiciado mejores oportunidades para muchas familias que antes no hubieran tenido ingresos, por ejemplo, para emprender un negocio. Esos dólares que envían los migrantes hacen la diferencia. Entonces, ¿está bien o está mal? La migración es un fenómeno ampliamente estudiado pero que tiene múltiples factores y ángulos que deben ser analizados y atendidos. México es exportador de migrantes pero también receptor de muchos de ellos, toda la gente que no logra cruzar a Estados Unidos se queda aquí conformando verdaderas colonias que se asientan en busca de sobrevivencia, grupos humanos a los que hay que dotar de servicios. Las maquilas se nutren de ellos, pero también la delincuencia; algunos mejoran sus condiciones de vida, pero los más, son víctima de explotación en diversas formas. En estos días en que se ha anunciado una Caravana Madre, denominada así por ser multitudinaria, que partirá de centro américa, debemos pensar, ¿cuál es nuestra postura como sociedad ante este fenómeno que nos rebasa?. Si son contenidos es muy probable que permanezcan en territorio nacional, pero entonces, ¿los auxiliamos a llegar al norte?, ¿los detenemos y deportamos?, ¿los contenemos? o ¿los asilamos?. En mi búsqueda por dirigir al PRI he platicado con mucha gente migrante y tengo algo claro: o nos ocupamos de este tema o dentro de poco empezaremos a ver fenómenos satélite que creíamos ajenos a nuestra cultura, como xenofobia, racismo, discriminación y hasta violencia en contra de los hermanos que llegan exiliados de su patria. Durante décadas hemos mirado hacia otro lado, pensando que la autocomposición de las cosas haría su trabajo, que ya vendrían tiempos mejores y pasamos de las escenas de migrantes subidos en La Bestia a escenas dantescas como la de San Fernando, Tamaulipas, que hoy se reedita con los 26 desaparecidos bajados a la fuerza de un camión mientras buscaban llegar a la frontera. ¿En que otro país del mundo pueden desaparecer 26 personas sin que la comunidad nacional o internacional genere un verdadero cuestionamiento para su pronto hallazgo? ¿Dónde está la sociedad que marchó durante semanas por los 43? o por tratarse de migrantes no debemos reaccionar, es pregunta. En lo personal la migración toca fibras profundas. Mi padre se fue a Estados Unidos cuando yo apenas era una niña, lo reencontré muchos años después y sé que esa decisión fue la más difícil de su vida, abandonar a su familia, a su hija, dejar todo por tratar de darnos algo, lo marcó a él, me marcó a mi, nos marcó a todos los que como yo los vimos perderse en la distancia. Mi padre nunca regresó, rehizo su vida al igual que la rehizo aquí mi madre. Por eso, cuando alguien decide migrar para no morir, merece todo mi respeto. A aquellos que marchan por México en busca de algo mejor para los suyos, toda mi solidaridad y todo mi aliento.

Lorena Piñón Rivera
Candidata a la Presidencia del CEN del PRI