- Amenaza con represalias por no detener el flujo de migrantes
- La contestación al Plan de Desarrollo Integral en Centroamérica
- No es tan sencillo como responder con un simple “Paz y Amor”
Por Miguel Angel Cristiani G.
Aunque el presidente de México Andrés Manuel López Obrador
asegura que no habrá de responder a la amenaza que hizo -por Twitter- el
presidente de los Estados Unidos Donald Trump respecto a aplicar acciones
restrictivas porque según él el gobierno de México no está haciendo nada para
frenar el tráfico de centroamericanos hacia su país, el asunto no es tan
sencillo como contestar con un simple “paz y amor”.
Aunque no se sabe aún
en que consistirán esas reacciones por parte del gobierno de Estados Unidos, debemos
de tener en cuenta que la declaración del presidente Trump se generó esta misma
semana, luego de que el lunes pasado en la conferencia mañanera del presidente
Andrés Manuel López Obrador la Secretaria Ejecutiva Comisión Económica para
América Latina y el Caribe (CEPAL) Alicia Bárcena presentó el llamado Plan de Desarrollo Integral El
Salvador-Guatemala-Honduras-México. Diagnóstico, áreas de oportunidad y
recomendaciones de la CEPAL, en el que se hacen una serie de recomendaciones y
acciones para contrarrestar precisamente ese flujo de migrantes.
No se sabe
entonces, cual será la reacción del presidente Trump, pero nada más por poner
un ejemplo, podría cancelar el llamado Plan Mérida o Iniciativa Mérida, que
consiste en que el congreso estadounidense entrega un presupuesto de varios
millones de dólares al año -que según la Secretaría de Gobernación desde 2008 en
que se firmó por los entonces presidentes Calderón y Bush ha entregado unos US $1.600
millones, para el combate al tráfico de drogas y la seguridad, mediante
equipos, helicópteros y armamento.
Por ello resulta interesante conocer el documento -de 334
páginas- del llamado Plan de
Desarrollo Integral El Salvador-Guatemala-Honduras-México que oportunamente nos
hizo llegar nuestro amigo y compañero periodista Rodolfo Casanova, como parte
de su muy completo servicio de recopilación informativa que en las
primeras páginas de la introducción establece que:
“En los países del norte de Centroamérica NCA (NORTE DE
CENTROAMÉRICA) —El Salvador, Guatemala y Honduras— existe un patrón de
desarrollo con limitada inversión física y en las personas, sin seguridad
personal ni social y con grandes vulnerabilidades al deterioro ambiental
derivado de los efectos del cambio climático.
Una consecuencia de ello es que las posibilidades de
aumentar la productividad laboral y obtener mayores salarios para reducir la
brecha de ingresos que existe con países como los Estados Unidos se encuentran
restringidas. Esta brecha de ingresos se ha visto agravada por impactos que han
deteriorado aún más el desempeño de este patrón de desarrollo, contribuyendo
directa o indirectamente a aumentar las migraciones.
El legado de la guerra, los desastres naturales y el aumento
de la violencia en ausencia de protección social interactúan con otros desafíos
estructurales de largo plazo, como la persistente desigualdad, la demandante
demografía, la rápida urbanización, la existencia de diásporas constituidas en
países de tránsito y destino, y la cercanía con los Estados Unidos y su demanda
de mano de obra, todo lo cual incide en un marcado aumento de los flujos
migratorios, que en su mayoría han sido desordenados, desprotegidos e
irregulares (Fuentes, 2019).
Las brechas de remuneraciones explican en buena medida las
migraciones internacionales duraderas, aun cuando puedan exacerbarse por
impactos más coyunturales —como un huracán, una sequía prolongada, una erupción
volcánica, un terremoto, las guerras internas, la violencia o una recesión
económica— que provocan también importantes desplazamientos humanos. La
productividad laboral es más de diez veces mayor en los Estados Unidos que en
El Salvador, Guatemala y Honduras, y alrededor de cinco veces mayor que en
México. A su vez, la productividad de México es entre dos y tres veces mayor
que la de los países del norte de Centroamérica. La baja productividad laboral,
como la de los países del norte de Centroamérica, se refleja, a su vez, en
bajas remuneraciones; la brecha en las remuneraciones entre los países del norte
de Centroamérica y México, por un lado, y los Estados Unidos, por el otro,
constituye un factor estructural en la propensión a emigrar, que tendería a ser
menor si la brecha de productividad fuera menor.
Las encuestas recientes sobre personas migrantes y remesas
mostraron que cerca del 40% de las personas migrantes de Guatemala, Honduras y
El Salvador tenían empleo cuando decidieron migrar. Su interés al migrar no era
la búsqueda de empleo, sino de una ocupación con mayor productividad laboral
que les permitiera generar ingresos más altos. Esto refuerza la importancia de
considerar la brecha de productividad laboral y no solo el desempleo como un
determinante fundamental de las migraciones. Aumentar significativamente el
empleo con derechos y productividad laboral creciente en los países del norte
de Centroamérica debería ser una piedra angular de cualquier estrategia de
desarrollo regional.
Entre los determinantes más importantes de la migración
también están la demografía y la falta de empleos para jóvenes, con contratos y
seguridad social (OIM, 2017). La población de Centroamérica en su conjunto
creció casi 5 millones de personas durante la última década del siglo XX, al
pasar de 19,5 millones en 1990 a 24,0 millones en 2000. La mitad de ese aumento
se debió a la expansión demográfica de Guatemala, cuya población durante ese
período creció casi 2,4 millones de personas, al tiempo que la población de
Honduras creció 1,6 millones de personas, mientras que en El Salvador creció
menos de 620.000 personas durante el mismo período.
Esta expansión demográfica significó un aumento masivo de la
oferta de mano de obra en la primera década y media del siglo XXI, pero solo un
tercio de los jóvenes que ingresan anualmente al mercado laboral en los países
del norte de Centroamérica encuentran un empleo formal. Ante esta dinámica
demográfica, especialmente en Guatemala y Honduras, se vuelve esencial generar
una demanda de mano de obra equivalente, ya que la sola mejora de la educación
o el microcrédito, sin la generación de oportunidades reales de empleo decente
de mayor productividad, estimulará la migración en lugar de desalentarla. Sin
embargo, la inversión, principal fuente de la demanda de empleo, ha sido
insuficiente en los países del norte de Centroamérica, con coeficientes
especialmente bajos
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