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sábado, 26 de octubre de 2019

TODOS SANTOS Y FIELES DIFUNTOS

Comunicado Dominical. Arquidiócesis de Xalapa

EL día 1 DE NOVIEMBRE celebramos en la liturgia de la Iglesia Católica a TODOS LOS SANTOS. Los santos son todos aquellos que ya gozan de la visión beatífica y viven en plena comunión con Dios en el cielo. En esa celebración invocamos no solo a los santos canonizados que aparecen en el calendario litúrgico sino también a todos aquellos que no conocemos o que no se mencionan pero que también han alcanzado la santidad.

Sin duda son innumerables todos los cristianos y cristianas que han sido fieles y perseveraron en la gracia bautismal y que siguieron a Cristo con amor, tal vez de un modo silencioso y discreto y que se encuentran con él en la gloria y en la alegría del cielo.

Los santos vivieron en grado heroico las virtudes cristianas; la Iglesia nos los propone como modelos seguros para llegar a Dios y por otra parte como nuestros firmes intercesores ya que siendo amigos de Dios, gozando de su cercanía y participando de la comunión con él, nos pueden alcanzar gracias abundantes.

Ciertamente la idea de santidad solo se comprende desde Dios. Dios es el único santo, y porque él es santo a él se le debe todo el honor y la gloria; a él la alabanza y la adoración. La Biblia nos dice: "sean santos, porque yo Yahvé su Dios soy Santo" (Lv 19, 2) Y los querubines repiten santo, santo, santo (Is 6, 3). Por medio de Jesucristo Dios nos ha participado su santidad; él es el que nos santifica. En este sentido la santidad de las criaturas es una participación en la santidad de Dios. El culto que damos a los santos es el de la veneración. La adoración la reservamos sólo para Dios.

Dios no se resigna con nuestra condición humana muchas veces penosa y humillada. Él nos quiere dichosos y felices, por eso nos llama a la Santidad.

Por medio de las bienaventuranzas (Mt 5, 1-12) uno puede construir el camino justo para llegar al cielo, pero también puede construir una ciudad terrena digna de la persona.

Las bienaventuranzas nos muestran el camino que ha recorrido Jesús y todos los santos para llegar al cielo. Ellas nos muestran el ideal de la vida cristiana. A saber, pobreza de espíritu, sufrimiento, hambre y sed de justicia, pureza de corazón, misericordia, espíritu de paz, fortaleza en las persecuciones a causa de Cristo y del reino de Dios. Se trata de un camino arduo y difícil porque contrasta con nuestra naturaleza humana y con la mentalidad del mundo. Estos que Jesús llama bienaventurados, el mundo los desprecia y los ve como descartados.

El día 2 DE NOVIEMBRE, recordamos a TODOS LOS DIFUNTOS. La comunidad cristiana lo llama Día de muertos. La Iglesia hace oración por los difuntos porque delante de Dios, ellos están vivos. Como dice el mismo evangelio "Dios es un Dios de vivos, sino de muertos (Cfr Lc 20, 38).

La oración que hacemos por los difuntos, como también nos enseña la Sagrada Escritura, es para suplicar la misericordia divina por ellos; para que Dios perdone todas sus culpas y los pecados que en vida no hayan podido reconciliar (Cfr 2 Mac 12, 45).

Humanamente hablando la llegada de la muerte pasa por la experiencia amarga del dolor, del llanto, del luto, de la tristeza, de la sensación de la oscuridad, sin embargo en medio del túnel de esa experiencia, la fe nos permite contemplar la luz de la gloria divina manifestada en la resurrección de Cristo. Pues para los que creemos en él, la muerte es un paso obligado para encontrarnos con Dios. Pues nada escapa a los designios divinos, como dice la Sagrada Escritura, "en la vida y en la muerte somos del Señor" (Rom 14, 8). "Nada nos separará del amor de Dios, ni siquiera la muerte" (Rom 8, 39).

Además, vista desde la fe, la muerte es otra manera de participar de la pasión de Cristo. Cristo, siendo Hijo de Dios, experimentó la muerte, por lo tanto cuando morimos, participamos de su misma muerte, porque esperamos también participar de su resurrección.

En el día de muertos, recordamos a todos los difuntos, de manera especial a todas las víctimas de la violencia. La sombra de la muerte ha traído luto y dolor en los hogares, ha sembrado desconfianza en las personas y en las instituciones. La violencia ha cobrado muchas víctimas y no podemos acostumbrarnos a ello.

Se nos anunció y prometió que esta lacerante situación se reduciría y que habría estrategias eficientes para disminuir esta realidad y sin embargo las fuerzas de la muerte y de la maldad parecen tener el control de mando. Se necesitan resultados, no justificaciones. Lamentablemente la muerte sigue dominando nuestro país.

Junto con toda la Iglesia el día 2 de noviembre pedimos para que Dios tenga misericordia de nuestros difuntos y los lleve a gozar del cielo; estas oraciones nos recuerdan además que un día también nosotros hemos de morir y necesitaremos también que otros oren por nosotros. Por eso, con toda la Iglesia decimos, "Que las almas de nuestros fieles difuntos, por la misericordia de Dios manifestada en la pasión y muerte de Cristo, descansen en paz".

Pbro. José Manuel Suazo Reyes