Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
La pesadilla de Rosario Robles Berlanga no comenzó el
13 de agosto del año anterior cuando fue ingresada al penal de Santa Martha
Acatitla, sino antes, desde mucho tiempo atrás. Quizá desde el 5 de diciembre
del 2000 cuando le entregó la estafeta de la jefatura de gobierno del DF a su
sucesor Andrés Manuel López Obrador.
Y es que apenas dejó el cargo comenzó una persecución soterrada
pero sistemática en su contra. Este acoso no provino de sus enemigos, sino de quienes
se decían sus amigos y compañeros.
A Rosario la acusaron de malversar fondos públicos
como jefa de gobierno, pero las auditorías ordenadas por su sucesor no encontraron
nada anómalo. En 2004 la expulsaron del PRD junto con otros militantes acusada
de actos de corrupción. ¿Cuáles fueron esos actos? Hasta la fecha no se saben, son
el secreto mejor guardado del PRD quizá porque nunca existieron.
En 2017 una investigación periodística reveló que
entre 2013 y 2014 hubo irregularidades en el gasto público durante el gobierno
de Peña Nieto. La Auditoría Superior de la Federación señaló la presunción de
un plan de desvíos por 5 mil millones de pesos para campañas electorales de los
candidatos del PRI.
A este presunto desvío se le dio el nombre de Estafa
Maestra y a la cabeza de esa estafa pusieron a Rosario Robles que fue
secretaria de Desarrollo Social y de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano durante
el peñanietismo.
Quienes la persiguieron por más de 15 años vieron el
cielo abierto porque según ellos, ahí estaban las pruebas por las que tanto
clamaron.
Rosario estaba en Europa cuando supo por los medios de
comunicación de un citatorio para comparecer ante el juez de Control en el
Reclusorio Sur el 8 de agosto del 2019, por lo que suspendió su viaje y se
presentó a la audiencia de manera voluntaria.
Ahí se topó con que el juez de Control era Jesús
Delgadillo Padierna, sobrino de Dolores Padierna y René Bejarano quienes han
dicho abiertamente que son enemigos de Rosario.
Nomás por este simple hecho era para que le hubieran
cambiado al juez, pero ya desde ahí se notó la sevicia.
Tras la audiencia del 8 de agosto el juez dio un
receso hasta el día 12 en que Rosario volvió a presentarse voluntariamente y fue
en la madrugada del 13 cuando Jesús Delgadillo ordenó que la ingresaran a
prisión.
¿Bajo qué cargos?
Bajo uno solo que si no fuera patético sería de risa.
Pocas veces en la historia de este país un proceso judicial
ha sido tan viciado, tan cargado hacia un solo lado y tan impío. Van tres
ejemplos: 1.- El Ministerio Público presentó una licencia de conducir a nombre
de Rosario Robles con domicilio, foto y firma falsificada y el juez la aceptó
como buena. 2.- A pesar de que Rosario se presentó dos veces de forma
voluntaria ante el juez, éste consideró que podría huir por lo que le impuso prisión
preventiva “justificada”. ¿Por cuánto tiempo? Sólo Dios sabe. 3.- El juez argumentó
que Rosario “no demostró arraigo” cuando la ex funcionaria tiene más de 23 años
viviendo en el mismo domicilio.
¿Y qué pasó con la acusación por la Estafa Maestra?
Que la expresión “Estafa Maestra” no se ha mencionado
nunca durante el proceso y Rosario sólo está indiciada por el delito de
omisión.
Es decir, por no haber informado a su superior
jerárquico -en este caso al presidente Enrique Peña Nieto-, sobre las presuntas
irregularidades detectadas en las dependencias en las que sirvió el sexenio anterior,
dice Mariana Moguel Robles (delgada y menudita, pero con una fortaleza granítica),
que desde hace unas semanas recorre la República para dar a conocer las arbitrariedades
e injusticias que se han cometido contra su madre.
El delito de omisión no es considerado grave por lo
que no amerita prisión cautelar. Sin embargo, Rosario está prisionera desde
hace siete meses en una celda de dos por dos metros y sin ningún tipo de
privilegios. “Privilegios que no ha pedido ni pedirá, como tampoco está
pidiendo clemencia y mucho menos el perdón presidencial, sino un juicio justo”
dice Mariana.
Es por eso que la incansable y tozuda joven emprendió
una cruzada que está rindiendo frutos. Si antes eran decenas ahora son centenas
de mexicanos los que saben que el encarcelamiento de Rosario es un arbitrario
abuso de autoridad; una supina gandallez y le manifiestan su respaldo.
De visita en Xalapa, Mariana llegó a una reunión con
periodistas con un altero de copias de oficios, cartas y alegatos jurídicos que
prueban dos cosas: las barrabasadas judiciales y la persecución infame contra su
mamá.
A Rosario Robles la quisieron presentar como el
símbolo más acabado de la corrupción en este país, pero les está saliendo el
tiro por la culata. Rosario no es una ladrona y lo sabe quien ordenó que la
encerraran. Pero a pesar de eso la consigna es joderle la existencia.
Mariana Moguel por su parte, dice que no descansará
hasta ver a su madre defendiendo su inocencia en libertad. Aunque tiene bien
claro que se enfrenta al Estado, pero no al Estado mexicano, sino a un hombre sectario,
rencoroso y vengativo que por las mañanas al verse al espejo de seguro sonríe
socarrón antes de exclamar: El Estado soy yo.
Mal hará ese “Estado” en menospreciar y ver por encima
del hombro a esta obstinada y aguerrida joven. Mal hará.