Adalberto Tejeda Martínez
Tuvieron que pasar
un sexenio y dos gobernadores más -Fernando Gutiérrez y Dante Delgado- para que
la Dirección de Asuntos Ecológicos volviera a tener relevancia, en el gobierno
de Patricio Chirinos y bajo la dirección de Francisco Morosini, pero el
gobierno de Miguel Alemán Velasco la envió a un rincón del organigrama en el
sector de las obras públicas, supeditada a la dependencia estatal a la que más
debía vigilar, y sin más desapareció el Servicio Meteorológico y Climatológico
del Gobierno del Estado y su archivo de datos climáticos se fue a la basura.
Al final del
gobierno de Fidel Herrera la oficina del medio ambiente pasó a ser Secretaría.
Aunque parezca increíble, en el sexenio de Javier Duarte hubo una atípica
atención a los problemas ambientales. La Secretaría de Medio Ambiente (Sedema)
impulsó, a contracorriente del resto del gabinete, políticas de protección al
medio y de prevención ante el cambio climático. En una administración de cuyo
desastre financiero no tiene caso abundar, la Sedema se valió de fondos
externos para varias de sus acciones. Particularmente, la Fundación Alemana
para la Cooperación Internacional (GIZ) y otras, patrocinaron proyectos para
mitigación o adaptación al cambio climático por un monto cercano a los cien
millones de pesos, que no es poco si se considera que en rigor el gobierno
estatal de entonces y los dos subsecuentes le han dedicado cero pesos.
El péndulo de las
políticas ambientales ha oscilado de una administración a favor (Hernández
Ochoa) y dos en contra (Acosta Lagunes y Gutiérrez Barrios+Dante Delgado), otra
a favor (Chirinos) y una y media en contra (Alemán y Herrera) seguida de una y
media a favor (Herrera y Duarte). Vino el bienio bisagra de Miguel Ángel Yunes,
que no hizo mayor cosa por corto en el tiempo y en las miras, y desembocamos en
un gobierno que transcurrido más de un cuarto de su ejercicio no ha mostrado
más que indiferencia absoluta a las cuestiones ambientales.