En la Conferencia de las Partes sobre cambio climático de
diciembre de 2009 (COP 15) en Copenhague, cuenta el expresidente Obama que jugó
un papel crucial al impulsar un acuerdo transitorio para reducir las emisiones
de gases de efecto invernadero, en vez de apoyar un tratado más comprometido,
que le habría puesto en contra al Congreso, o no haber tomado la iniciativa
para que China, la India, Brasil y otros, culparan a Estados Unidos del fracaso
de la cumbre. La historia es parte del
libro «Una tierra prometida» que en estos días empieza a circular en varios
idiomas, y del que la prensa ha adelantado algunos capítulos. El número 21
inicia con detalles de la relación de Obama con el Secretario General de la
ONU, y continúa con una prosa novelesca que narra los encargos a Hillary, los
vuelos, una tormenta de nieve, la cortedad del premier danés, los pasillos y
los ascensores interminables de la sede que fueron utilizados a mansalva por la
conjura china.
En esa reunión también estuvo Fidel, el gobernador de Veracruz
que a última hora decidió asistir. Le pidió al rector que alguien de la
Universidad Veracruzana le redactara unas notas para presentar ante la
Conferencia. Las dos cuartillas las recibió y agradeció puntualmente. En
esencia planteaban que los países desarrollados se han beneficiado de la
emisión de gases de efecto invernadero y que la pujanza de sus economías parte
del uso intensivo de energías fósiles por lo que les correspondía recompensar a
los países en vías de desarrollo; que era estratégico apoyar la creación del
fondo verde que propondría el Gobierno mexicano (de origen panista), y que
Veracruz podría liderar una red de estados-provincias del Golfo de México y del
Caribe, conformada por instancias gubernamentales, académicas y de la sociedad
civil, hacia la cooperación en materia de adaptación ante el cambio climático y
el aprovechamiento de recursos internacionales para la mitigación (léase
reducción) de emisiones de gases de efecto invernadero.
Como autor de esas
notas quise estar al pendiente de su destino. Le pedí a una colega de la UNAM,
asistente a la Cumbre, que me informara puntualmente de la recepción que
tendrían las propuestas del gobernador de Veracruz. Un día a primera hora me
avisó que en la tarde (amanecer en México) Fidel Herrera presentaría su
ponencia en el auditorio tal. Unas diez horas después me escribió otro email
para informarme que el gobernador no había estado en el estrado —de una sesión
secundaria, no de la plenaria, desde luego— por la sencilla razón de que no se
acreditó en tiempo y forma ante los organizadores. Hubo un pequeño forcejeo
porque sus ayudantes a la brava querían que a su jefe le permitieran ingresar
al salón, pero los daneses no se impresionaron con las credenciales que les
mostraron. No obstante, en esos días aparecieron en la prensa veracruzana fotos
del gobernador, de abrigo grueso y bufanda, con mamparas al fondo con logotipos
de la Conferencia, seguramente en el vestíbulo de algún hotel sede, pero en
realidad nuestro entonces gobernador no presentó su ponencia.