Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Mientras escuchaba el Segundo Informe de “Resultados”
del gobernador Cuitláhuac García Jiménez, inevitablemente me surgieron tres
preguntas. ¿Será que no llevó taller de lectura en la primaria? ¿Será que nunca
le enseñaron a leer en voz alta para que el oído detectara los disparates y la
lengua los corrigiera? ¿Será que tampoco le hablaron sobre la importancia de la
puntuación en una oración gramatical?
Pobre hombre, qué manera tan triste de leer la
suya.
Desde la bienvanida (sic) que le dio a la secretaria
de Energía, Rocío Nahle (a la que le dijo “querida veracruzana” cuando es más
zacatecana que el Cerro de la Bufa), hasta los trompicones verbales que se dio una
y otra vez, García Jiménez dio pena en la hora y 23 minutos que se pasó
tratando de leer un texto que para colmo llevaba erratas de sintaxis.
Y si la lectura no se le da, salirse del texto menos:
“Las políticas neoliberales, ¿cuándo?, yo pregunto, se iban a preguntar, dónde
quedan estas… estos caminos, estas carreteras, estas calles. Era el puro
interés del negocio”. ¿Qué quiso decir? Uta… Sólo Dios en su infinita sabiduría
lo debe saber, o quizá a estas horas sigue descifrando el trabalenguas.
Llegó un momento lector en que este tu servidor estaba
más pendiente de la próxima metida de pata del señor gobernador, que de las
diapositivas que daban cuenta de la obra realizada en su segundo año de
gobierno.
Quien le escribe los discursos no sabe redactar. No es
posible que le hayan entregado un mazacote de hojas tan descuidado; no es
posible que no hubiera quien las corrigiera y no es posible que lo hubieran
aventado sin capote al ruedo, antes de que alguien le sugiriera que le diera
una repasadita al texto.
¿Acaso sus asesores no lo quieren? Si ya saben que no
se le da leer, para qué lo ponen a leer. Si saben que tampoco se le da improvisar,
para que lo mandan a hacer el ridículo.
Con tantos adelantos en comunicación era para que le
hubieran puesto un teleprompter enfrente con letras así de grandes. Alguien con
tantita visión hubiera sugerido hacerle una producción audiovisual en la que un
locutor o locutora con bien timbrada y modulada voz, diera a conocer sus logros
apoyado en imágenes y con una música de fondo bien perrona.
Estos audiovisuales han sido la bendición de muchos
gobernadores ya que no tienen que hablar; todo lo dice el locutor por ellos.
Además de que son ágiles, vistosos, atractivos y todo mundo les pone atención.
Pero a ninguno de los asesores de Cuitláhuac se le
ocurrió.
Ya que tan austeros andan, hubieran salido de la
vergüenza poniéndole un chícharo en el oído como le hacían en las telenovelas
de antes. Pero ni de eso fueron capaces y mandaron a su jefe al matadero
mediático una vez más.
Y el resultado ahí está. ¿Qué se habla del Informe?
Nada. ¿Qué se dice de la desafortunada participación del gobernador? Todo.
De las obras que hizo este año me quedo con dos
telesecundarias que reconstruyó en su totalidad; ambas en comunidades rurales.
Estaban tan abandonadas que parecían chiqueros más que sitios de enseñanza y
aprendizaje. Eso para mi vale más que todo el Informe de “Resultados” que
presentó.
Enhorabuena por los niños y maestros beneficiados.
Pero de eso a que gracias a esas obras “dejamos ver
claramente que sí sabemos gobernar” hay un trecho bárbaro.
Que no diga Cuitláhuac que sabe gobernar cuando su
administración ha devuelto a la Federación cientos de millones de pesos producto
del subejercicio. Que no diga que sabe gobernar cuando la violencia no ha
bajado como lo asegura y cuando ha sido incapaz de crear empleos y reactivar la
economía.
Y sobre todo, que no se quiera parar el cuello
diciendo que sí sabe gobernar cuando precisamente por no saber hacerlo, ocho de
cada diez veracruzanos quieren que se vaya. Esto no lo digo yo, sino la mayoría
de las encuestadoras que lo califican como uno de los peores gobernadores que
ha tenido Veracruz.