Y esto apenas comienza. El mes pasado secuestraron a un amigo que ha sido alcalde de su municipio y ocupado diversos cargos importantes en el gobierno estatal. Lo liberaron, no sin antes torturarlo sicológicamente.
En días recientes varios aspirantes a cargos de elección
popular han recibido amenazas de muerte por distintas vías. Les advierten que
torturarán y ejecutarán a la esposa o hijos si no acceden a sus demandas. Les
exigen fuertes sumas de dinero o que se retiren de la contienda política.
En tiempos pasados se decía: “perro que ladra, no muerde”. Hoy
es diferente, los delincuentes cumplen las amenazas.
Para no ir muy lejos, en vísperas de las festividades de
Todos Santos y Día de Muertos, fue asesinado en Tierra Blanca el doctor Manuel
Dimas Cristóbal, excandidato a la alcaldía y quien de nuevo aspiraba al cargo.
El colmo ocurrió la semana pasada. Fue levantada y luego ejecutada
a balazos la presidenta municipal de Jamapa, Florisel Ríos Delfín.
Son sólo botones de muestra. Otros políticos comentan sotto voce haber recibido mensajes intimidatorios
para obligarlos a renunciar a sus aspiraciones. No presentan denuncia. ¿Por
qué? No confían en las autoridades y, por si esto fuera insuficiente, en los
mensajes les advierten que si se quejan les irá peor, porque ellos, los
supuestos sicarios, tienen “orejas en todas partes”, policía incluida.
El modus operandi
es similar en la mayoría de los casos. Envían fotos de familiares de la víctima
o simplemente amagan con plagiar, torturar y ejecutar a sus seres queridos, en
especial a la esposa o hijos.
El más valiente se arruga o amedrenta ante tamañas amenazas. Nadie en su sano
juicio desea arriesgar a su familia… por si las dudas.
Casi todos los asesinados habían sido previamente acosados o
presionados. La alcaldesa de Jamapa incluso pidió protección al secretario de
Gobierno, Eric Cisneros, según declaró ella misma días u horas antes de su
muerte, y como respuesta fue humillada por este
funcionario público.
Los crímenes políticos no siempre se aclaran. Se les achacan
a la delincuencia organizada, que fue por ajustes de cuentas o por lo que sea,
¡y sanseacabó!
Volviendo al inicio de este comentario, ojalá que la
violencia no se acelere más al aproximarse las elecciones del 2021. Que los
grupos políticos antagónicos no recurran a la barbarie, que impere la civilidad
política, no la ley del más fuerte. Que hablen los votos, no las balas.