Desde el Café
Bernardo Gutiérrez Parra
Mientras estuvo como subordinado del poder fue
un hombre fiel, callado, opaco, de bajo perfil y atento a las órdenes de su
jefe el Presidente. Éste, desconfiado por naturaleza, le tomó afecto por su
fidelidad lacayuna y lo nombró su sucesor. Aunque semanas después de haberle
entregado la banda presidencial se arrepintió para todos los días de su vida.
Como candidato a la presidencia aquel hombre
opaco, callado y de bajo perfil dio un giro de 180 grados y se volvió
hablantín, protagónico, hiperactivo y locuaz. A contracorriente de la mesura
que exigía el Sistema habló de más, y a punto estuvo el Presidente de
“enfermarlo” y sustituirlo por otro candidato. Pero todo quedó en el susto
cuando prometió bajarle dos rayitas a su discurso.
Una de sus primeras acciones como Presidente fue
tundir y hundir políticamente a su antecesor y a los amigos de éste los
proscribió tras acusarlos de ser “Emisarios del pasado”.
Jamás aceptó su responsabilidad en la matanza
del 68 a pesar de que era Secretario de Gobernación y tampoco en la del Jueves
de Corpus cuando ya era Presidente. En relación a ésta última, le cargó el
sambenito al regente capitalino Alfonso Martínez Domínguez.
Su idolatría por Benito Juárez no conoció
límites y soñó con equipararse al Benemérito.
Durante su mandato se recrudeció la llamada Guerra
Sucia en la que cientos (o miles) de personas fueron torturadas, asesinadas o
desaparecidas.
Con él se acabó el “Milagro Mexicano” que
nació en 1940 y se caracterizó por el crecimiento económico continuo y
sostenido del país.
Expropió miles de hectáreas de tierras que
regaló a los campesinos, pero no les dio aperos de labranza y las tierras murieron
de inanición. Más adelante les dio créditos en efectivo a cuenta de sus
cosechas, pero los campesinos se gastaron el dinero en otras cosas e hicieron
quebrar al Banco Ejidal.
Ha sido uno de los presidentes que más ha
viajado al extranjero y en la cumbre de su poder se autoproclamó líder de los
Países del Tercer Mundo.
Su política económica fue demoledora: aumentó
de manera significativa el gasto público y contrató una deuda descomunal.
¿Resultado? El tipo de cambio que estaba a 12.50 por dólar desde 1954 se fue a
25.50 a final de su sexenio.
La deuda manejable de 5 mil millones de
dólares que dejó su antecesor, se convirtió en un impagable adeudo de 27 mil
millones de dólares para cuando él dejó el poder.
Ha sido el presidente postrevolucionario que más
hostigó, reprimió y persiguió a los periodistas críticos. Pero como
contraparte, chayoteó opíparamente a los alcahuetes. Con su auspicio se dio el
golpe a Excélsior que culminó con la expulsión de su director, Julio Scherer y
su equipo de colaboradores.
Cuando llegó al poder México
era una nación pujante, en pleno desarrollo y con una moneda sólida. Y se fue
dejando al país en la quinta chilla, con una moneda hecha trizas y la economía
colapsada.
Ha sido el único expresidente
en recibir dos órdenes de aprehensión por genocidio y fue condenado a prisión
domiciliaria de la que fue absuelto en el 2009, con lo que los muertos y
desaparecidos en su sexenio jamás recibirán justicia.
Ayer cumplió 99 años y
tantito por el Covid, tantito por su delicada salud y tantito porque casi nadie
se acuerda de él, pasó su cumpleaños casi en la soledad total.
Hace 44 años, el 1 de
diciembre de 1976, dejó la presidencia de la República y desde entonces la
historia lo mandó a su patio trasero, ahí donde arrumba a los sujetos
indeseables. Es decir, lo mandó a su basurero.
Largo y penoso ocaso para
este hombre que buscó con ahínco desenfrenado el premio Nobel de la Paz, la
Secretaría General de la ONU y ser puesto a la altura de Benito Juárez
Largo y penoso ocaso para
Luis Echeverría Álvarez que nos heredó una nación devastada, lastimada, endeudada,
humillada y en la pobreza. Y que recibió de ésta, el mismo regalo que le ha
brindado desde hace 44 años y que le brindará por siempre: el más grande olvido
y la más cruda indiferencia.
Feliz cumpleaños, don Luis.
Aclaración:
Los primeros tres párrafos de este artículo
junto con el título, los escribí el 3 de diciembre anterior cuando de manera
fortuita supe que Echeverría cumpliría 99 años este 17 de enero. Y ahí los
dejé, en el escritorio de mi computadora. Pero equivocadamente los envié a uno
de los portales de noticias donde colaboro que los publicó el día 4. Ayer por
la noche en que el expresidente aún festejaba en solitario sus primeras 99
floridas primaveras, los retomé y agregué el resto del texto.