El Acuerdo Nacional por la Democracia que firmaron este martes la mayoría de los gobernadores y el Presidente de la República, es una vacilada más de López Obrador porque, al igual que el “Acuerdo por la Democracia 2021” en Veracruz que leyó Eric Cisneros, son letra muerta a la que nadie, principiando por el Presidente, hará caso.
El Acuerdo
consiste en “Garantizar que ninguno de los mandatarios interfiera en el proceso
electoral en curso ni favorezca a candidatos o partidos políticos”. Si en el
papel se ve bonito, en la práctica es una invitación a echarlo a la
alcantarilla, lo que harán el Presidente y todos los gobernadores sin
excepción. Además, es un documento innecesario porque lo ahí escrito está
plasmado en la Constitución, luego entonces resulta redundante.
Aunque eso
vale gorro para efectos de la 4T y su jefe máximo.
Contra lo
que pudiera suponerse, no se permitió el acceso a los medios de comunicación al
histórico evento (uta sí), tampoco asistieron los gobernadores de Jalisco,
Enrique Alfaro, ni Quirino Ordaz de Sinaloa, pero eso es intrascendente.
Lo
trascendente fueron los símbolos y mensajes, tan del gusto del Presidente, como
que la reunión fue en el Salón Tesorería donde acostumbra ofrecer sus
conferencias mañaneras. Y mientras los gobernadores se sentaron en las sillas
que ocupan los reporteros, López Obrador los miró desde su sitial, un poco más
arriba.
No hubo
foto oficial y ningún gobernador pudo platicar con el tabasqueño que una vez
que estampó su firma se fue y los dejó mirándose unos a otros.
Con
excepción de Olga Sánchez Cordero, no asistió ningún otro miembro del gabinete,
pero sí estuvieron presentes el Fiscal General de la República, Alejandro Gertz
Manero y el titular de la Fiscalía Especializada en Delitos Electorales,
Agustín Ortiz Pinchetti. Esto es, el palo y el garrote, con lo que el mensaje
fue más que claro para los asistentes.
El gran ausente
fue el Consejero Presidente del INE, Lorenzo Córdova, al que no se le corrió la
invitación a pesar de ser la máxima autoridad electoral del país porque, “Estamos
en una etapa nueva; no se puede poner vino nuevo en botellas viejas”, dijo el
señor Presidente.
Ignoro qué
tengan que ver el vino y unas botellas viejas con las elecciones, pero la frase
“estamos en una etapa nueva” debió cimbrar a todos los consejeros del INE
porque el mensaje fue claro: “No necesito de ustedes. Yo seré el árbitro de la
contienda electoral”.
Y en una
de esas se le hace.
El primer
aviso lo dio el lunes 22 de junio del año anterior: “Vamos a estar pendientes
para que no haya fraude electoral, me voy a convertir en guardián para que se
respete la libertad de los ciudadanos para elegir libremente a sus
autoridades”. Y de inmediato brincó Lorenzo Córdova al manifestar que el único
árbitro y guardián de las elecciones por mandato constitucional y voluntad
popular es el INE.
Pero eso
fue en junio.
Hace ocho
meses Lorenzo aún tenía fuelle para contestarle al Presidente, pero éste lo ha
ido minando con sus recurrentes y ácidas descalificaciones. Por su parte el INE
que era una de las instituciones más sólidas, comienza a ceder ante los embates
del mandatario más autoritario y con más poder que ha tenido México en su
historia reciente.
Si Andrés
Manuel se mete al campo de juego a favorecer a un equipó maleta como Morena, no
sólo estará cometiendo un delito (el enésimo en su cuenta) contra la Constitución,
sino que estará participando en un flagrante atentado contra la democracia
electoral, que a pesar de que ya lleva más de veinte años entre nosotros, aún
no termina de cuajar.
Si en
efecto se erige en árbitro de la contienda ya no quedará duda de su siguiente
paso. Y es que de ahí a su reelecc… perdón, al “alargamiento” de su mandato,
qué tanto será un brinquito.